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SERRANO CLAVERO, EL POETA

  • Por Marcial García Ballesteros
  • 01/05/2020
  • Ilustres
  • Cultura

Venancio Serrano Clavero fue un literato, en el amplio sentido de la palabra, comprometido con su tiempo, enamorado de su tierra y firme en sus ideas. Pero ese calificativo debe, es necesario, subdividirse en múltiples personalidades artísticas y profesionales, siendo las tres principales la poesía, el periodismo y el teatro.

En este su ciento cincuenta cumpleaños, no está de más hacer una semblanza, casi a vuelapluma, de estas tres facetas, comenzando por la primera, pues en su trayectoria vital así lo fue: El Poeta.

Cuenta el cronista cómo la familia de José Joaquín Herrero Sánchez, el poeta Herrero, abrió su extensa biblioteca al joven Venancio, orientándole en sus primeras lecturas hacia la poesía, en las figuras de Espronceda y Bécquer (Bernabeu, 1986, p. 17):

Serrano no echó en saco roto los avisos de su admirado paisano, prosiguiendo sus lecturas con desbordante afán. Baste decir que a los catorce años recitaba «como un papagayo» las más populares creaciones de los poetas decimonónicos. Y, por si esto fuera poco, con la audacia del autodidacta, comenzó a perfilar sus primeros versos que, según propia confesión, mantuvo en secreto durante largo tiempo. Años después, recordaba que tenía de ellos una vaga idea. Algo así como:

Mi padre tiene enjaulados
tres pardillos y un jilguero
que, pese a su triste estado,
alegran al carcelero…

El incipiente poeta fue puliendo sus dotes versificadoras en veladas públicas como las del Círculo Republicano Federal de Requena donde, además, también se fue forjando su ideal político, de firmes convicciones republicanas, que años más tarde le llevarían a la tutela del propio Blasco Ibáñez y a frecuentes entradas y salidas de los calabozos de la policía valenciana.

El biógrafo Bernabeu transcribe diversos poemas de juventud que muestran cómo se fue formando el carácter de Serrano, influenciado por las obras teatrales que se representaban en Requena o por la política local. Hay que decir, volveremos sobre ello, que desde un principio, la poesía de tinte político de Venancio muestra un tono de mordacidad e ironía que la sitúan en un apartado muy particular de su producción. Bernabeu da a entender cómo esos afilados versos le costaron la admiración de unos y el odio de otros, los más, que no aceptaban las críticas hirientes de un mozalbete que no tenía ni veinte años (Bernabeu, 1986, p. 21):

LOS DOS ALCALDES

Nombraron a mi amigo Celestino
alcalde del lugar de Villaespino,
cargo oficial que Andrés desempeñaba
y cuyo alto ejercicio le engordaba.

Recibió Celestino el nombramiento
y murió de alegría y de contento;
y Andrés, al recibir el cese injusto,
reventó de coraje y de disgusto.

(Estos hombres que van al municipio
suelen tener mal fin o mal principio.)

La colaboración de Serrano Clavero en la prensa impresa es anterior a la publicación de los primeros periódicos modernos en Requena (El Eco de la Región, 1894). El novel vate envió sus versos a diversas publicaciones que, en ocasiones, fueron impresos en diferentes medios. Volviendo al poeta lírico de su primera época y enlazando con esas lecturas recomendadas por Herrero, podemos apreciar la clara influencia de Bécquer en el poema más antiguo localizado en la prensa escrita:

La Lucha (Gerona), 7-VII-1888

LAS GOLONDRINAS

Cuando veloces dos golondrinas
rutas opuestas veas seguir.
Y al encontrarse por un momento
vayan sus negros picos a unir;

cuando separen sus cabecitas
tal vez lanzando débil “adiós”,
veas que raudas, al alejarse,
rumbos distintos siguen las dos,

piensa que fuimos dos golondrinas
que un solo instante vénse no más,
sin volver, al seguir nuestra ruta,
la intranquila mirada hacia atrás.

También, desde sus primeras composiciones, Venancio Serrano se aprestó a honrar a aquellos personajes que admiraba, colaborando en cuantos homenajes era solicitado, en los que, sin lugar a dudas, destacaban sus loas entre las que más, junto a sus paisanos y correligionarios poetas:

La Dinastía (Barcelona), 26-IX-1888

En Requena se ha celebrado una espléndida velada literaria en honor del malogrado artista Rafael Calvo. La banda municipal ejecutó a telón corrido la sinfonía titulada “Poeta y Aldeano”. Después se puso en escena el drama “El Gran Galeoto” y se dio lectura a composiciones alegóricas al acto, originales de doña Luisa Cervera, don Venancio Serrano y don Manuel García Lledó.

Años más tarde, tanto en España como en Argentina, mantendría su afán por ensalzar el recuerdo de quienes admiraba, como lo haría en el libro colectivo titulado Requena a Castelar (1899) o en el homenaje público que Valencia tributó a Teodoro Llorente Olivares (1903). También fueron tempranas esas colaboraciones en ediciones colectivas. Una de ellas la comunicaba el periódico La Paz, de Murcia, que daba noticia, en octubre de 1888, sobre la publicación en Valencia de una Biblioteca para todo el mundo, económica, editada por el Sr. Doménech y dirigida por el Sr. Torras Orive, y que en su número 23 incluía poesías de Serrano Clavero.

Una de las peculiaridades que más asombran al estudiar la personalidad de Serrano Clavero es su dualidad de ideales cuando se trata de un concepto universal y de una tradición local. Su republicanismo fue siempre unido a un fuerte carácter anticlerical, manifiesto en parte de su poesía, pero sobre todo en su faceta periodística. Sin embargo, cuando se trata de las tradiciones y sentimientos religiosos locales, la cosa cambia: Los versos más sentidos hacia la Virgen de los Dolores son suyos, al poner letra para los Gozos que musicaría su amigo Pérez Sánchez, como también los de San Nicolás o una Plegaria compuesta por ambos a su regreso de Argentina. Pero como digo, esto es tan sólo para Requena.

Es por ello que sorprende encontrar este poema de 1889, publicado en Alicante, del que reproduzco tan sólo unas estrofas:

Dominicales de El Alicantino (Alicante), 24-II-1889

AL CRISTIANO

Del empecinado Gólgota en la cima
la redentora Cruz, altiva se alza
como orgullosa de sentir el peso
del Mártir que en sus brazos muerto se halla.

Junto al tosco madero, Dolorosa,
con rapidez las manos enlazadas
y su mirada fija en el cadáver
se ve a la Virgen pura y sacrosanta.

Dos amores inmensos se reflejan
en aquellas figuras venerandas:
El amor infinito de la madre
que ve sin vida el alma de su alma,
y el amor de aquel Mártir generoso
que sufre y muerte, porque al hombre salva.
…/…

Esta poesía recargada, hoy por completo trasnochada, es un ejemplo del estilo épico, romántico hasta el exceso, de su primera época, en la que ve publicados bastantes poemas en periódicos y revistas de gran tirada como El País, de Madrid, o La Ilustración Ibérica, de Barcelona. En ellos se ve la influencia literaria de su protector, José Joaquín Herrero, traductor de autores como Heinrich Heine.

La Ilustración Ibérica (Barcelona), 25-I-1890

MORIBUNDA

No llores, madre mía,
porque me muero,
que yo, aun allá en la tumba,
siempre te quiero.

¡Si eres tan buena!…
Aleja tu amargura,
calma tu pena…

Esta primera época poética, que alargaremos hasta su traslado a Valencia para trabajar junto a Blasco Ibáñez en El Pueblo, en los primeros años del nuevo siglo, tiene dos caras: la ya citada frente al exterior y la puramente local, en la que se mueve como pez en el agua, destacando muy por encima de otros poetas locales de su generación.

Es en la última década del XIX cuando proliferarán sus colaboraciones con el compositor Mariano Pérez Sánchez en canciones de mayos y carnavales, letras corales para el Orfeón “El Iris” y libretos para zarzuelas.

De su admiración hacia el amigo músico dan cuenta estos versos, manuscritos con dieciocho años, cuyo original recibí hace años de manos de la hija del músico:

A MI AMIGO MARIANO EN EL TEATRO

(Improvisación)

Un torrente de armonía
que subyuga, que extasía,
brota, querido Mariano,
de tus dedos que, veloces,
arrancan divinas voces
a las teclas del piano.

Al oír sus dulces notas
hacia regiones ignotas
vuela, altivo, el pensamiento,
y en torrentes desbordado
siente el pecho lacerado
elevarse el sentimiento.
…/…
¡Broten, Pérez, de tus dedos
ora tardíos o quedos
mil raudales de armonía
semejando aéreo coro,
mientras surge el rayo de oro
de la inmortal poesía!

Requena, 2 de Noviembre de 1888

Ejemplos de esas colaboraciones serán los temas para las rondas de mayos, de los que sólo se conservan los de la última época, y las letrillas para las comparsas de Carnavales, como esta de 1892, de la que transcribo una de las coplas:

LOS CLOWNS

Comparsa en el Carnaval de 1892
Letra de Venancio Serrano
Música de M. Pérez

JOTA

Oíd, niñas de Requena,
nuestro sincero cantar,
y calmen vuestras miradas
del corazón la ansiedad.

Hay en vuestros ojos
torrentes de luz,
que prestan al alma
sosiego y quietud.

Por eso buscamos
con plácido afán
en vuestras pupilas
la felicidad.

Doncellas del Oleana,
que envidia causáis al Sol,
pagad con dulces miradas
el tierno canto del Clown.

Para el Orfeón “El Iris”, creado por Pérez Sánchez en 1893, escribió letras como la habanera Lejos de ti o la Barcarola, que alcanzaron gran éxito tanto en Requena como fuera de ella:

BARCAROLA para coro “a capella”

Sobre la blanca espuma del rumoroso mar,
copia la triste luna
su misteriosa faz.

Las olas, dulcemente, con lánguido vaivén
expiran en la playa
besando nuestros pies.

Yo quiero revelarte mi tierno frenesí,
que me ames tanto, tanto,
como yo te amo a ti.
…/…

Aunque dedicaré un artículo a su faceta teatral, es inevitable tratar aquí la parte poética de casi todas sus producciones para la escena, en especial las zarzuelas y revistas, cuyo gusanillo le fue inoculado en Requena, no sólo por las continuas visitas de compañías líricas y dramáticas, sino por su amigo Mariano. Sirva de ejemplo uno de los temas de la famosa revista Requena por dentro (1894):

EL VINO

Oigan ustedes y aprecien
la magnitud de mis penas.

Yo vine al mundo en Setiembre:
hijo de muy buena cepa,
desde el trullo me llevaron
al cono de una bodega.

Allí pasé cuatro meses
en tranquilidad completa
y dichoso me juzgaba
en mi prisión de madera.

Un día… ¡día funesto! .
el amo sacó una muestra
y desde el fondo del cono
me trasladó á una botella.

Un francés de roja barba
me echó una mirada seria,
sacó una taza de plata,
me saboreó con flema
y dijo después: -Florit;
la clase no me aprovecha..

Me quedé como la tinta,
el amo como la cera,
y volví otra vez al cono
devorando mi vergüenza.

A la semana siguiente
entró el amo en la bodega
y echó sobre mí, no sé
qué misteriosa materia,
que yo me puse á temblar
de dolor y de soberbia.

Y de nuevo al otro día
me trasladó á una botella
que, metida en una caja,
remitió luego á Valencia.

En un vapor me embarcaron,
y aunque baja la marea,
me mareé de tal modo
que perdí mi fortaleza
y con seis ó siete grados ‘
llegué por fin á Marsella.

Al probarme los franceses
me escupieron con fiereza;
me encerraron otra vez
en la caja de madera,
y en el vapor, dando tumbos,
llegué de nuevo á Valencia.

Me facturó un encargado
a la estación de Requena,
y aquí me tienen ustedes
igual que el agua de Reinas.

Durante estos años, Serrano Clavero hizo sus primeras escapadas profesionales a Valencia, primero bajo la tutela de Teodoro Llorente, en Las Provincias y después entre los primeros redactores de El Pueblo, junto a Vicente Blasco Ibáñez. El problema era que para entonces ya estaba casado (1892) y tenía bocas que alimentar, lo que le haría regresar pronto a Requena con la cabeza gacha, a la espera de mejores oportunidades, que llegarían. De estos años es su primer libro de poemas conocido: Docena de Fraile, impreso en Valencia en 1896, con prólogo del político republicano federalista José María de la Torre Murillo, uno de los máximos defensores de la supresión del impuesto de consumos.

Precisamente a este impuesto dedicó el vate el primer poema de aquel librito:

A UN AGENTE DE CONSUMOS

¿Que me encuentro en descubierto
por consumos? Ya lo sé;
¡más desde ahora le advierto
que cuente usté como cierto
lo que me descubriré!

Ocho pesetas… ¡Horror!
No las pago, no señor;
primero tomo un veneno.
¿Que es una bicoca? Bueno.
¿Que me embargarán? ¡Mejor!

Buscando temas y asuntos
y haciendo comas y puntos
con el lápiz ó la pluma,
todos los poetas juntos
no juntamos esa suma.

Valga esto como proemio,
pues á ninguno del gremio
han de sacar el estambre.
¡Conocemos el apremio
más enérgico: el del hambre!

Si cree usté que le hablo en guasa,
apreciable cobrador,
y á embargarme se propasa,
cuando venga usté á mi casa
me va á embargar… el dolor.

Soy el tipo legendario
del poeta de guardilla.
A manera de inventario,
haré la nota sencilla
de todo mi mobiliario.

Un catre, donde las ratas
hallan holgura completa
para andar en bicicleta;
una mesa de tres patas
que tiene que usar muleta.

Cuatro sillas sin pintar,
un arca por componer,
un sombrero á medio usar,
un cuadro á medio romper…
¡y pare usté de contar!

Componen mi biblioteca
“El arte de hilar con rueca”,
el nuevo tango “Reverte”,
“Peregrinación á Meca”
y “En el seno de la muerte”.

Un número de La Risa,
dos novelas de Carrillo
y guardo en una repisa
el famoso Canto á Elisa
de Cánovas del Castillo.

¡Y aún me «echan» contribución,
cuando bien claro se ve
que un ser de mi condición,
en puesto de ese talón,
lo que necesita es pie!

Si usté se obstina en cobrar,
como ese pago me balda,
le voy á desarreglar
toda la región lumbar
y el remate de la espalda.

No se interese en mi daño,
márchese usté como el humo,
y aunque le parezca extraño,
¡crea usté que no consumo
ocho pesetas al año!

En Serrano Clavero, el poeta llega en muchos momentos a confundirse con el dramaturgo, incluso, en casos concretos, con el periodista. Así, resulta confuso a la hora de catalogar su obra, adscribir ciertos títulos al género poético o dramático. Es el caso de sus monólogos, todos ellos en verso.

Entre estos podemos citar ¡Patria!, editado en Valencia en 1897. Se trata de un monólogo en verso sobre las guerras coloniales en Cuba y Filipinas, dedicado a la actriz y cantante María Santoncha. Este texto, por el momento, está perdido.

Su siguiente libro de poemas, publicado en Requena en 1900, fue Jarrón de Flores. Bernabeu (1986, p. 39) lo cita como “ochenta y tres deliciosos madrigales y siluetas de las jóvenes requenenses de su tiempo… como réplica a otro libro similar del ingenio requenense Manuel García Lledó, titulado Claveles y Violetas”, aparecido al mismo tiempo.

En 1903, Serrano Clavero llevaba más de un año integrado de nuevo en la redacción de El Pueblo. Serían años agitados en lo político y en lo periodístico. A pesar de ello y de la tendencia conservadora del periódico fundado por Teodoro Llorente, Serrano no olvidó al que fuera su primer mentor en Valencia y participó en el homenaje que se le tributó el 5 de julio de 1903, en la Glorieta de la capital.

AL MAESTRO LLORENTE

Yo también, a esta mesa de florista,
traigo, maestro, mis humildes rosas.
Harto sé –y el saberlo me contrista-
que mis flores no son las más hermosas.
Las cogí en los picachos de la sierra,
y, al percibir su natural aroma,
no te asombre en sus hojas hallar tierra
o el perdido plumón de una paloma.
…/…

Ya me referí en el artículo sobre Cleto, su seudónimo, a los poemas de la sección A todo trapo, que Serrano publicó en El Pueblo durante el año 1904. Digamos aquí que en ellos hace el poeta amalgama de versos a la vez políticos, irónicos e humorísticos. Dado que aquí se trata de exponer botones de muestra sobre la poesía del vate requenense, dejemos también un ejemplo de esta poética fusión, materializada en un poema/carta dirigido al entonces presidente del consejo de ministros, Antonio Maura, que por entonces ostentaba su primer mandato:

El Pueblo (Valencia), 29-III-1904

A TODO TRAPO

CARTA ABIERTA A MAURA:

“Valencia.- Cubil del Temple.
Señor don Antonio Maura:
Por temor de que a vuecencia
lleguen las noticias falsas
que con terquedad que abruma
publica la prensa diaria,
singular y especialmente
la prensa republicana,
creo oportuno ponerle
al tanto de lo que pasa
para que forme vuecencia
de todo una idea exacta.
…/…

Con esta sección político-poética en plena ebullición, Venancio Serrano publicó en Valencia otro librito de poemas, recopilatorio de los que había ido remitiendo a diversas publicaciones en los últimos años. En un acto de autoafirmación ideológica, lo tituló Rebeldías (Valencia, 1904), tomando el nombre del primero de los poemas:

REBELDÍAS

Vi los reyes, señores de la tierra,
irguiéndose en la cúspide del trono,
premiar la infamia y encender la guerra,
mirando al pobre pueblo con encono.

Vi a los grandes ladrones
ocupar los sitiales elevados;
vi sus joyas, sus trenes, sus blasones;
¡el botín a la patria arrebatado!

Vi la cárcel, la iglesia y el convento,
almacenes del crimen y del ocio,
mengua del pensamiento,
fronteras del error y del negocio.

Vi al esclavo caer desfallecido
en los vastos eriales,
y escuché con horror el estampido
con que apagaban su último quejido
las armas de comprados criminales.

Vi al hijo del obrero en los cuarteles,
a la hija del gañán en los burdeles,
al mártir del Trabajo, Cristo eterno,
pendiente de los clavos de la usura,
en tanto que le hablaban del infierno
los que a su costa viven con holgura.

Y sentí sublevarse mi conciencia
ante injusticia tanta
y un grito de furor e independencia
brotó de mi garganta.

¡Serás piqueta laboriosa y fuerte,
humilde pluma mía!
Triunfo seguro nos dará la suerte,
¡que ni el hierro, ni el potro, ni la muerte
extinguirán la santa rebeldía!

Un año más tarde, el 27 de marzo de 1905, Serrano Clavero obtenía uno de sus triunfos más notorios como poeta, al ser leído su poema Venganza en el Ateneo Científico Literario de Valencia. El éxito fue completo y el poema se publicó ese mismo año, alcanzando muy buenas críticas, entre ellas una reseña en El Pueblo de su compañero de redacción y sucesor de Blasco Ibáñez en la dirección, Félix Azzati.

Poco después de este triunfo poético, Serrano Clavero dejaría la redacción de El Pueblo para probar suerte de nuevo en Barcelona, donde ya triunfaba como periodista su gran amigo de juventud, Julián Pérez Carrasco.

Volviendo a los homenajes, la prensa catalana daba cuenta, ya en 1906, del almuerzo ofrecido al escritor y político Alejandro Lerroux en Barcelona, por la Unión Republicana de la ciudad, con más de doscientos asistentes, en el que entre otros oradores, participó Serrano Clavero con sus versos.

Como ya se ha citado en otros artículos, el poeta dejaría España rumbo a Argentina en agosto de 1907, pero un mes antes, sus amigos de la prensa catalana recopilaron algunos de sus poemas en un librito titulado Berzas en Vinagre. El mismo Venancio escribió, en verso, la introducción al recopilatorio:

Oye, lector…

Berzas llamo y no versos
a estos renglones,
escritos sin pausadas
meditaciones.

Berzas son de mi huerto.
Las he guardado
bañadas en vinagre
con gran cuidado.

Lector, te las ofrezco
de buena gana.
Mi musa, más que diosa,
es hortelana.

No tienen estas líneas
otro motivo
que servir a tus ojos
de aperitivo.

S.C.

Poco antes de su marcha rumbo a Buenos Aires, escribiría para su pueblo natal uno de los poemas más reproducidos por nuestra prensa:

¡ADIÓS A LA TORRE DEL SALVADOR!

¡Torre esbelta que altiva desafías
del tiempo insano los rigores crueles!
¡Mudo índice de piedra que señalas
donde la mayor paz hallarse debe!

¡Faro querido de aspereza y dicha
que con gozo saluda al requenense
cuando a través de brumas azuladas
vislumbra tu silueta informe y leve!

¡Yo te saludo! ¡Adiós, leal vigía
de Requena la noble, la valiente
ciudad donde mi cuna se ha mecido
y donde tuve mi paterno albergue!
…/…

Terminaba otra etapa de su vida y comenzaba la penúltima, la del éxito y el reconocimiento de su segunda patria: Argentina.

Nada más llegar, comenzaron sus colaboraciones en revistas bonaerenses a las que prestó, más bien alquiló, la mordacidad de su pluma poética. Pronto estaría integrado en la comunidad española de la capital del Plata, como redactor de El Diario Español, como representante de artistas, como guionista y director cinematográfico… Y sería invitado principal a banquetes y homenajes a prohombres emigrados, argentinos o, cómo no, a él mismo. En ellos su oratoria y sus poemas resultarían imprescindibles. Tan populares como en su añorada Valencia, eran allí las justas poéticas. En ellas se sentía como en casa. También acumularía éxito tras éxito en los teatros bonaerenses con sus obras dramáticas, revistas y zarzuelas, con colaboradores tan famosos como el compositor español José Padilla. 

Se había iniciado para él una nueva etapa poética, la de la añoranza, materializada en versos de exaltación a la madre patria que tan lejos quedaba y a los valores que por entonces sustentaban los lazos entre ambos continentes, concentrados en una sola palabra: Raza. Un concepto patriótico que nada tenía que ver con la piel y todo con el origen español de la inmensa colonia emigrada a la Argentina, de la que Serrano Clavero se había convertido en la voz del recuerdo.

Su estilo poético, afectado por este concepto de exaltación de los valores hispánicos inculcados en la colonia argentina y, por extrapolación, en la sociedad sudamericana entera, se nota más maduro, menos agresivo y con una utilización más amplia del lenguaje, con la sola excepción de la poesía humorística, en la que vuelve a ser el que era, el joven de la pluma afilada e irónica.

De aquella intensa labor irían surgiendo verso tras verso que dieron nacimiento al primero de sus dos grandes poemarios: Sangre y Oro.

Bernabeu (1986, p. 58) indica que el libro fue publicado en Tucumán en 1914, con reediciones en 1918 y 1921. En todas las investigaciones realizadas, solo he encontrado la edición de 1921, publicada en Buenos Aires, que no cita ninguna impresión anterior. Además, algunos de los poemas que contiene están datados en fechas muy próximas a dicho año, lo que hace suponer que sólo se hizo esta edición. Tampoco el prologuista, Justo Sanjuro López de Gomara, da a entender nada de esto en su prólogo, por lo que dejo al tiempo esta cuestión que, de ser cierta, tan sólo reafirmaría la justa fama de que el poeta gozó en Argentina.

Sangre y Oro, subtitulado como Cancionero de la Raza, es una amalgama de poesías que exaltan una y otra vez el sentimiento español, estando escritas, en su gran mayoría, durante su estancia en Argentina. Títulos como ¡España!, ¡América!, ¡Aragón y libertad!, Pan y toros, La mantilla española… y, sobre todo, Mi Novia, su más honda exaltación de amor hacía España, son el compendio de más de una década de dedicación a la añoranza. Bajo una fotografía suya, con su eterno sombrero, a modo de pie de foto, figuran estas líneas manuscritas que resumen la intención del libro:

Si Dios, al verme formado
de la vida en el crisol,
hubiérame preguntado:
-¿Qué quieres ser?-. De contado
le hubiese dicho: -Español.

Aquella exaltación de juventud en la que primaban las ideas de republicanismo, anticlericalismo, lucha social… han quedado en segundo plano ante el sentimiento de lo español, condensado en la idea que titula el primer poema:

LA RAZA

Raza de la epopeya, raza mía!
Brilló en los cielos el dichoso día
en que puestos en ti los turbios ojos
cante la Humanidad tu valentía
y ante tu majestad se hinque de hinojos!

…/…

¡España! ¡Noble España!
Como trigal espeso y sin cizaña
levántase hoy tu raza sobre el suelo
en torno de tu nombre refulgente,
albergando en el ser un mismo anhelo
y alzando al sol la victoriosa frente.

…/…

Este contenido patriótico de los poemas de su etapa argentina es, a mi juicio, el motivo por el que la figura de Serrano Clavero no fue apagada por el régimen franquista tras la guerra civil, sino todo lo contrario, ensalzada sobremanera. Desde la política local, con el apoyo de la intelectualidad del momento, la poesía del vate requenense, eximida del ideal político del autor y del contexto en que nació, fue utilizada para resaltar su figura e incluirlo en la nómina de los poetas de exaltación nacional, a pesar de haber fallecido en 1926, junto a reconvertidos forzosamente, como Nicolás Agut, o de buen grado, como Rafael Duyos.

Volviendo al relato histórico, el regreso a su tierra a fines de 1923, tras más de quince años de ausencia, se tradujo en el reencuentro con los viejos amigos, sobre todo con Mariano Pérez Sánchez, y la admiración de los jóvenes literatos como  Agut, director de La Voz de Requena, y otros poetas incipientes.

Reverdeciendo viejos laureles, volvería a renacer aquel amor por la tradición local, plasmada en mayos y temas religiosos, como esta Plegaria a la Santísima Virgen de los Dolores:

Escucha, Madre doliente,
la plegaria de mi amor
que sube a besar tu frente,
cumbre pura del dolor.

Los puñales que atraviesan
tu corazón maternal,
sobre nuestras almas pesan
con amargura,
con amargura mortal.

Madre abatida,
rosa tronchada,
fuente de vida,
flor de pasión.
Reina y paloma
de mi corazón.

El reencuentro entre el músico Pérez Sánchez y el poeta Serrano Clavero volvía a dar sus frutos entre homenajes y banquetes a los que el segundo se vio sometido, muy a su gusto, por toda la geografía española. No tardarían los amigos en preparar de nuevo una rondalla para la vieja tradición de los mayos, por todo lo alto:

Mayos de 1924

CANCIÓN DE MAYOS

CORO

Ya ha venido el mes de Mayo,
el mes del sol y las flores,
el mes de los nidos nuevos,
el mes de los ruiseñores.

Despierta, niña inocente,
que el mes de Mayo te llama,
y ante tu puerta cantando,
está el mozo que te ama.

Deja tu lecho, que viene el día
trayendo al mundo luz y alegría,
y antes que brille su primer rayo,
oye la dulce canción de Mayo.
…/…

La fórmula musical se repetiría ese mismo año en otra rondalla de Junios, esta vez de corte humorístico y también volvería a participar el poeta, con sus versos, en homenajes a los prohombres locales, como el que se realizó al general Juan Pereyra y Morante en agosto de 1924. Los afanes del poeta, junto a Pérez Sánchez, se centrarían en el último trimestre, en el estreno de su zarzuela Cañas y Barro.

El último libro de poemas publicado por Serrano Clavero antes de su muerte fue el famoso Rosal de España, aparecido en el otoño de 1925, a pocos meses de su prematura muerte, con portada del pintor requenense Fernando Martínez Checa. Este poemario es el colofón a toda una vida de versos, aunque con ciertas matizaciones.

La base principal del libro es una repetición exacta del anterior, Sangre y Oro, con el mismo prólogo de López de Gomara y muchos de los poemas de aquel. El autor sustituye los poemas más “americanos” y “argentinos” por otros nuevos de corte más “requenense”, “valenciano” y “español”, estructurando el contenido en tres partes: una general, denominada Poesías, un intermedia que agrupa bajo el lema general de Himno a Valencia y una última con los poemas más largos y elaborados, titulada Poemas, que comienza con el galardonado “Venganza” y concluye con el épico y patriótico “Isabel de Castilla”.

Una de las críticas más generosas hacia el libro la realizó el periodista y político valencianista, Francesc Almela i Vives, en las páginas de La Correspondencia de Valencia, al tildar a Serrano Clavero como “sucesor de Teodoro Llorente”. También en Madrid, el periodista, humorista y periodista Luis de Tapia le dedicó unas líneas en verso en el diario La Libertad, a principios de 1926:

En “Rosal de España” me brinda su autor,
Serrano Clavero, mil rosas de olor.

En febrero de 1926, cuando el poeta ya tenía decidido su pronto regreso a Argentina, fue invitado a leer algunos versos de su Rosal de España en el Ateneo Científico y Literario de Valencia, donde años antes había triunfado con Venganza. Una rápida enfermedad le llevaría a la muerte dos meses más tarde, truncando una vida creativa a la que todavía le quedaba mucho por decir.

Tras su muerte, su memoria fue conservada con verdadero amor y fidelidad por el primero de sus biógrafos: Rafael Bernabeu López, quien en 1956 dramatizó y estrenó con su Rondalla y Coros de Requena el poema Mi Novia, con el cual termino este recorrido por el poeta Venancio Serrano Clavero mientras sigo escarbando en su memoria para mostraros, en breve, otra de sus facetas.

MI NOVIA

Tengo yo una novia
¡qué novia más guapa!
No encuentro en el mundo ni diosa ni reina
con que compararla.

Es de sangre noble
y de ilustre raza;
lleva a todas horas
la frente muy alta,
que en ella no ha habido ni estigma de afrenta
ni sombra de infamia.

Está siempre hermosa
mi novia del alma:
unas veces viste las tocas severas
de la castellana;
otras veces luce
el traje de charra
con largos collares y cintas de seda
cayendo a su espalda.

En los barrios bajos
la he visto gallarda
ir a la verbena con mantón de flores,
crujiente la falda,
los claveles rojos sobre el negro pelo,
los brazos en jarras
y con un pasito menudo y ligero
que el pie en las baldosas repiqueteaba.

La vi en Barcelona
salir de la fábrica,
meterse en un corro de mozos y mozas,
bailar la sardana,
cimbreando su talle, mostrando sus manos
de obrera y honrada.

Y la he visto en Murcia
¡nenica simpática!
ciñendo su busto pañuelo de encaje,
cortica la saya,
los pies como almendras, aprisionaícos
en las alpargatas,
llevando en las ropas el aroma sano
de los azahares y las albahacas.

¡Vicente Medina
sabía cantarla!

La he visto en Galicia
ruborosa y cándida,
cruzando los valles, cantando cariños
al son de la gaita.

Bajo los manzanos
me ofreció otras veces la sidra dorada
en la noble Asturias,
cuna de Pelayo, mural de la patria.

Bailé con mi novia sentidos «aurreskus»
en la tierra vasca,
y a la sombra augusta del viejo Guernica
cantóme aquel himno que es voz de su raza.

Después, junto al Ebro,
al pie del Moncayo, de cumbres nevadas,
crucé con mi novia las fértiles tierras
donde perdió antaño sus plumas el águila.

Hasta Zaragoza
me llevó mi «maña»
y mirando juntos la puerta del Carmen,
me dijo: —Repara
si son esas piedras seguras y fuertes.

¡Más es mi palabra!,
que llevo en mis venas sangre aragonesa
¡y Aragón no engaña!

Con ella otras veces crucé la fragante
huerta valenciana
donde entre naranjos y cañaverales
alza, siendo mora, su cruz la barraca.

¡Qué hermosa mi novia con aquel vestido
de flores de grana,
hundida en sus bucles la peineta de oro,
collares de perlas sobre su garganta,
puesto en las orejas el regio prestigio
de las arracadas,
ofreciendo pródigas sus manos de nieve
claveles y rosas para «la batalla»!

Y he visto a mi novia
juncal y gitana
en tarde de toros
salir de la plaza,
los sedosos rizos sombreando su frente,
orlando su rostro la mantilla blanca
y entre el fino encaje, los claveles rojos,
que amores y celos, sangrientos, proclaman.

La red de madroños
rodeando su claro vestido de maja;
del breve zapato
surgía el encanto de la media blanca.

Detrás de la reja
por cuyos barrotes las rosas trepaban,
mi reina andaluza
oía en la esquina puntear la guitarra
y las hondas notas de una malagueña:
reproche de amores,
canción de esperanza,
rugido de fiera,
resbalar de lágrimas…
algo que en la dulce quietud de la noche
de los idos moros parecía el alma.

Yo tengo una novia
¡qué novia más guapa!

Reina y labradora, señorita y chula,
obrera y manola, creyente y gitana.
¡De fijo que todos la habéis conocido!

¡Mi novia es España!

BIBLIOGRAFÍA

BERNABEU LÓPEZ, Rafael. Serrano Clavero, cantor de la raza. Rosal de España. Requena, Centro de Estudios Requenenses, 1986.

GARCÍA BALLESTEROS, Marcial. Mariano Pérez Sánchez, 80 años de música requenense. Requena, Centro de Estudios Requenenses, 1996.

SERRANO CLAVERO, Venancio.

  • Berzas en Vinagre. Barcelona, Carbonell y Esteva editores, 1907.
  • Docena de Fraile (poesías). Valencia, Imprenta de Francisco Vives Mora, 1896.
  • Jarrón de Flores. Requena, Imprenta de Salvador Soteres, 1900.
  • Rebeldías. Valencia, Imprenta de Francisco Vives Mora, 1904.
  • Rosal de España (cancionero de la raza). Valencia, Imprenta y Litografía E. Mirabet, 1925.
  • Sangre y Oro (cancionero de la raza), Buenos Aires, Talleres gráficos argentinos de L.J. Rosso y Cía., 1921.
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