
Requena, tierra de paso de militares y de batallas.
El 19 de junio de 1813 las tropas españolas albergaron fundadas esperanzas de vencer a las napoleónicas en la penosa guerra iniciada en 1808, tan llena de alternativas. Aquéllas habían cosechado importantes triunfos entre 1811 y 1812 en Cataluña, Valencia y Castilla la Nueva, pero los avances de las unidades comandadas por el duque de Wellington y las consecuencias de la derrota rusa de Napoleón alteraron la situación.
Los napoleónicos se tuvieron que retirar finalmente desde Madrid hacia Valencia, donde el mariscal Suchet se mantenía firme. La posición de Requena resultaba, en consecuencia, vital tanto para mantener las comunicaciones por parte napoleónica como para presionar a los imperiales en retirada, por la española. Los generales Elío y Villacampa intentaron coordinarse de la mejor manera posible para consolidar la liberación de Utiel y Requena e infringir una derrota a los napoleónicos acantonados, soldados franceses, italianos y alemanes.
El avance del llano del Rebollar.
El general italiano Filippo Severoli se encontraba aquel día 19 de junio al frente de su división. El día anterior había recibido importantes refuerzos desde la zona del Júcar, conscientes de la importancia de la posición.
Los españoles se enteraron tarde de estos movimientos, a diferencia de los más veloces napoleónicos, que en su repliegue se condujeron de manera osada para evitar pérdidas. Severoli se mantuvo fiel al espíritu ofensivo de Napoleón y no se conformó con defender.
Por el contrario, Elío se mostró muy prudente, consciente de las graves dificultades de aprovisionamiento que padecían sus soldados, propensos muchos de ellos a la deserción. Retiró a sus unidades de infantería a Utiel, pensando en evitar su aniquilación ante una ofensiva en toda regla, y dispuso a su caballería para observar los movimientos del adversario.
El día 20 los napoleónicos se pusieron en movimiento a la una de la mañana. Pasaron las abruptas Cabrillas sin mayores dificultades y al rayar el día empujaron a los españoles hacia Requena. El regimiento de Cuenca tuvo que abandonar sus posiciones en Siete Aguas.
Los napoleónicos desplegaron en vanguardia sus tiradores en guerrilla, demostrando el aprendizaje realizado durante los años de guerra en España. Sirvieron de cobertura para el avance más seguro de su infantería, a salvo de sorpresas como asaltos de caballería.
De esta manera alcanzaron el comienzo del llano del Rebollar, donde permanecieron desafiantes hasta la una del mediodía. Por el momento se replegaron por los pasos de las Cabrillas hasta Buñol. Los españoles no emprendieron movimientos ofensivos apreciables y el 27 de junio serían víctimas del último zarpazo de las huestes de Napoleón, que llegarían a recuperar por unas jornadas Requena y Utiel. En estos movimientos anduvo el general Severoli, un hombre al que la marcha de la guerra llevó a nuestra tierra.
Un soldado de la Revolución.
Filippo Severoli vino al mundo en 1762 en la localidad de la Emilia-Romaña de Faenza, dentro de los Estados Pontificios, en un tiempo en el que el Papa Clemente XIII se encontraba enfrentado con España y Francia por la supresión de la Compañía de Jesús. El dominio papal se había impuesto en el pasado a las ambiciones de la república de Venecia y al linaje de los Manfredi. A mediados del siglo XVIII nadie lo cuestionaba, pero se le criticaba desde los sectores más ilustrados, avanzando el espíritu que daría origen al Risorgimento.
Filippo nació siete años antes que otro italiano que conmocionaría al mundo, Napoleón, que lo reconocería como uno de sus mejores generales de procedencia italiana. De joven también sería un seguidor de la Revolución, en su versión jacobina en su caso. Cuando las fuerzas del prometedor general Bonaparte alcanzaron Faenza en 1797, se sumó al gobierno provisional de la Romaña. Los revolucionarios italianos exigieron el fin de la soberanía temporal del Papa y en 1798 se proclamó la república romana. En los años sucesivos un calculador Napoleón firmaría un concordato con la Iglesia y permitiría el retorno del Sumo Pontifice a Roma bajo determinadas garantías.
Precisamente en 1798 Severoli alcanzó el grado de coronel, mostrando su adhesión al bonapartismo. Se batió contra los austriacos, enemigos de la Revolución y de la influencia francesa, durante la segunda guerra de Italia, en la que ascendió en 1800 a general de división.
El general del imperio.
Severoli se identificó, pese a su jacobinismo y adhesión a la masonería, con los valores del imperio napoleónico. En 1806 combatió con eficacia a los bandoleros del reino de Nápoles y en 1807 descolló en la toma de la fortaleza prusiana de Kolberg (en la actual Polonia) y de Stralsund, donde los suecos ofrecieron una fuerte resistencia. En estas acciones acreditó su versatilidad para adaptarse a las circunstancias y su capacidad de mando en situaciones difíciles.
Mientras tanto en España las fuerzas del imperio sufrieron sus primeros fracasos, que animaron a sus adversarios a nuevas acometidas. Gran Bretaña se comprometió con tropas, armamento, materiales y dinero en la Península y Austria abrió hostilidades cuando el propio Napoleón se encontraba en España al frente de sus tropas.
En 1809 Severoli marchó a combatir a los austriacos una vez más. Se distinguió en la batalla de Raab, en Hungría, y condujo el asedio de Presburgo, impidiendo que los austriacos dispusieran de fuerzas más numerosas en la batalla de Wagram. Napoleón lo premió con la legión de honor y el nombramiento de conde imperial de Hannover.
Un oficial veterano en la guerra de España.
Para sustituir al general Domenico Pino, el emperador lo destinó en 1810 al avispero español, donde las guerrillas causaban enormes problemas a las unidades napoleónicos. En el frente catalán tuvo que vérselas con los guerrilleros en muchas ocasiones.
En julio de 1811 condujo desde Milán una fuerza de 9.000 hombres, que desde Pamplona se internó en la belicosa España. Participó en la conquista de Valencia y en la toma de Peñíscola, además de rechazar el ataque aliado contra Tarragona en 1813 y de participar en acciones de repliegue organizado como la relatada al comienzo.
De vuelta a Italia.
En 1813 retornó a Italia, donde combatió contra los aliados que invadieron los dominios napoleónicos. Tras la caída del emperador, los austriacos lo trataron con consideración, encargándole el gobierno de Piacenza entre 1820 y 1822. Falleció en ese último año en Fusignano el militar que inspiró estos versos de Dionigi Strocchi y que oteó la tierra de Requena al comienzo del verano de 1813:
Al Conte Generale Filippo Severoli Faentino
a cui fu amputata la gamba destra
per ferita ricevuta in battaglia.
Gesta di senno e di animose braccia
Nobilitaro il tuo paterno fiume,
E del nome di lui più d´una faccia
Gloria vergò nell´eternal volume;
E tu avesti, Signor, volta la faccia
Per tempo ai raggi dell´avito lume,
Nè dubitasti abbandonar la traccia
Di lor, che in Lete bagneran le piume.
Nostro grido gentil per te revive.
Nobilitade è sol quanto rimbomba
Perennemente per lontane rive.
Perchè no il lauro e la Famosa tromba
I fulmini terrestri anco prescrive?
Nulla parte di te sarebbe in tomba.
Fuentes y bibliografía.
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL. Depósito de la Guerra, Diversos-Colecciones, 107, N. 43.
CRISTINI, Luca S.-AIMARETTI, Guglielmo, L´esercito del regno itálico, 1805-14, Roma, 2011.
PAOLETTI, Ciro, A Military History of Italia, Londres, 2008.
STROCCHI, Dionigi, Poesie e prose italiane e latine. Volumen I, Faenza, 1830.
Víctor Manuel Galán Tendero.