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SOBRE ALGUNAS CUESTIONES ACERCA DE LA DESAMORTIZACIÓN

  • Por Víctor Manuel Galán Tendero
  • 06/02/2015
  • Época Contemporánea
  • Desamortización

Las trascendentales desamortizaciones.

Las desamortizaciones estuvieron en el corazón del cambio de la España del siglo XIX, al igual que en otros países del mundo hispánico como México, pues afectaron a una institución tan medular para sus sociedades como la Iglesia Católica y a su sistema de producción de riqueza eminentemente agrario y a sus formas de préstamo de dinero. También conmovieron los patrimonios concejiles.

En Requena tenemos la suerte de contar con la reciente obra de Alfonso García Rodríguez Propiedad y territorio. Las desamortizaciones del siglo XIX en Requena, auténtica fuente de datos y sugerencias de gran valor. Con mucho tino Juan Carlos Pérez García nos ha brindado una serie de reflexiones sobre el fenómeno desde estas mismas páginas de CRÓNICAS HISTÓRICAS DE REQUENA. Su calado es hondo, como corresponde a un fino historiador, y también merecen unas reflexiones.

 ¿Fueron necesarias las desamortizaciones?

En una España que había perdido el tesoro indiano y endeudada hasta lo indecible las desamortizaciones aportaron vitales fondos para consolidar el régimen liberal frente a los carlistas. Tal es la conclusión del corto plazo político. La del largo plazo social en Requena nos manifiesta que las desamortizaciones eclesiásticas eran una exigencia social y las civiles una culminación.

En el crítico siglo XVII toda aquella persona hacendada protegió sus bienes de la inseguridad económica y las punciones de la monarquía con censos y donaciones favorables a la Iglesia. Tal tónica encontramos en varias localidades del Este de Castilla, desde Soria a Requena. De ello se benefició el Santo Hospital de Pobres o la comunidad de las Agustinas, integrada por muchas hijas de los potentados locales. El escudo eclesiástico tan útil en el XVII ya no lo fue tanto en el XVIII, cuando se registraron innumerables impagos de censos en el mencionado Hospital, eliminándose en el siglo XIX en forma de desamortización.

También en el siglo XVII se degradó la conservación del patrimonio de los términos municipales a causa del declive de la caballería de la sierra, ya en manos de los caballeros de la nómina con unos intereses muy particulares. En teoría los caballeros de la nómina autorizaban la quema controlada de terrenos forestales, un derecho vecinal del que algunos abusaron. Esta degradación de la supervisión municipal abrió las puertas a las apropiaciones individuales de considerables áreas del término, bien estudiadas por Juan Piqueras Haba. La decadencia del sistema de dehesas a lo largo del XVIII reforzó el proceso, culminado durante la terrible crisis político-militar del final del Antiguo Régimen, como apunta acertadamente Alfonso García Rodríguez.

¿Se resignó la Iglesia a ser desposeída?

La Iglesia consideró la desamortización como un brutal ataque a su preeminencia plurisecular y a sus intereses patrimoniales. Precisamente los republicanos federales acogieron con calidez la unificación italiana como un acabado ejemplo de desamortización, el del patrimonio de San Pedro de los Estados Pontificios. Pío IX terminó condenando el liberalismo enérgicamente.

No todos los liberales compartieron semejante radicalismo. Los moderados de tiempos de Isabel II se mostraron muy dispuestos a la transacción con la Iglesia. En Requena el moderantismo se nutrió de personalidades de la oligarquía surgida a fines del siglo XVIII, mezcla de caballeros, terratenientes, sederos y comerciantes. Algunos habían pretendido ser familiares del Santo Oficio. Hermanos, primos, tíos o sobrinos suyos podían formar parte del clero, ayudando a la ascensión social de su linaje. Vistas así las cosas el Concordato de 1851 tuvo mucho de transacción familiar. Los Enríquez de Navarra navegaron entre ambas aguas.

¿Por qué el pueblo no montó en cólera?

El pueblo, entendido como la reunión de los grupos menestrales y campesinos, sí que protestó, pero de manera tardía, estallando en el siglo XX. Durante gran parte del siglo XIX los potentados locales consiguieron incardinarlos a su carro a través de los lazos de patronazgo y clientelares, de gran solera. Siempre se podía esperar el favor del poderoso a cambio del respeto del humilde. En el fondo nuestro XIX fue el gran siglo de la oligarquía, abierta a los ambiciosos, lo que se pretendió con claridad en el XVII y en el XVIII los agentes de la monarquía absolutista se encargaron de amargar en más de una ocasión.

Los desheredados se podían haber sumado al carlismo, pero las diferencias entre los gerifaltes carlistas y liberales no parecían tan acusadas. Por otra parte, los enfoques carlo-marxistas que interpretan el carlismo como una rebelión campesina contra la rapaz burguesía agraria a veces no consideran debidamente los ritmos históricos.

La primera guerra carlista se libró tras la penosa experiencia requenense en materia fiscal y social de la Década Ominosa, en la que se privatizaron las paneras del Pósito para allegar dinero, atendiéndose poco a los requerimientos de los labradores necesitados de simiente y ayuda. Poca protección patriarcal lograron del veterano sistema de previsión del Pósito, vinculado al estado social del Antiguo Régimen.

La desposesión de las oportunidades populares se agravó a partir de 1848 y en la década siguiente, cuando a muchos vecinos castigados por la pobreza se les impidió tomar leña, hierbas y otros recursos de los montes del término. Alfonso X comenzó a ser invocado por algunos progresistas de pensamiento historicista como dispensador de derechos populares, iniciándose una dinámica política que conduciría al Sexenio Revolucionario, una de nuestras grandes cuestiones historiográficas pendientes.

¿Se enriqueció Requena con las desamortizaciones?

Si la desamortización de Mendizábal restableció el tesoro público, la de Madoz ayudó a construir la red ferroviaria. Unas cuentas más saneadas y modernas comunicaciones tenían que beneficiar por fuerza a Requena.

La realidad fue otra por desgracia. Los presupuestos municipales arrastraron enormes deudas, dependiendo en exceso de los consumos que recaían especialmente sobre los menos pudientes. Ante cualquier emergencia se tenía que recurrir a la generosidad de los principales contribuyentes, una fórmula que también se empleó para que el ferrocarril pasara por la comarca.

Las desamortizaciones no beneficiaron precisamente a Requena, sino a un grupo reducido de requenenses de instinto felino, que también presionaron por desvincular la posesión del agua de la de los terrazgos, acometiendo una verdadera desamortización hidrológica. Este grupo nunca estuvo interesado en modificar el injusto sistema fiscal.

El gran historiador de la Revolución Inglesa del XVII Christopher Hill apuntó que sin los cercamientos que tanta exclusión causaron no se hubiera podido desarrollar el capitalismo de la industrialización. La Historia avanza en un carro que arrastra los cadáveres de los perdedores, concluía en términos lapidarios. Ciertamente las desamortizaciones animaron el negocio de la viña en la comarca, pero su crecimiento no hubiera sido incompatible precisamente con una propiedad más repartida, como acredita la experiencia posterior. Las desamortizaciones en el fondo se asemejaron a las conquistas macedónicas que tanto subieron los humos a Alejandro y sus émulos. El ciudadano de infantería poco logró.

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