Un documento notable.
A 21 de diciembre de 1939 hacían más de siete meses de la finalización de la Guerra Civil. Por entonces, Polonia había sido aniquilada por los ejércitos de Hitler y de su aliado Stalin. Franceses y británicos, desplegados en la Línea Maginot, hablaban de una extraña guerra a las puertas de la Navidad, como si no previeran los acontecimientos de la siguiente primavera. Oficialmente, la España de Franco era neutral, aunque sus simpatías se encontraban del lado del Eje, cuya ayuda había sido tan importante para imponerse durante la Guerra. Se temían los movimientos militares franceses en el protectorado del Norte de Marruecos, al que tan atentos estaban los africanistas más conspicuos.
Por entonces, el régimen de Franco ya se había impuesto en Requena, exigiéndose responsabilidades a los que habían seguido la causa republicana. Se constituyeron comisiones depuradoras y en la primera quincena de mayo se llegaron a revisar las cuentas del Instituto en el Banco de Vizcaya, de Valencia y Español de Crédito. En octubre los idiomas alemán e italiano entraron a formar parte de la enseñanza secundaria, y en noviembre se habló de un gran plan de saneamiento de la economía con tintes corporativistas.
El 19 de abril de 1937 se había promulgado el decreto de unificación de falangistas y tradicionalistas, que alzó controversias entre los afectados, y el franquismo dispuso de su partido único. Del 19 al 30 de noviembre de 1939 los restos de José Antonio fueron trasladados de Alicante a El Escorial en un cortejo fúnebre. Los historiadores han verificado que la Falange no alcanzó durante la II Guerra Mundial todo el poder que deseaba, pero en aquellos meses del 39 su fuerza era incontestable. A algunos sospechosos al franquismo se les sugirió que se pusieran el salvavidas azul para evitar represalias. En este ambiente, algunos estuvieron interesados en reivindicarse, caso del grupo de requenenses que en enero de 1939 participaron en una fallida conspiración contra las autoridades republicanas de la plaza. El documento, recientemente publicado en Crónicas históricas de Requena, formaría parte de uno de los expedientes informativos tan frecuentes en aquel tiempo.
La República en jaque.
A mediados de noviembre de 1938, el Ejército Popular Republicano fue finalmente derrotado en la prolongada batalla del Ebro. No se había conseguido enlazar la Guerra Civil con el posible inicio de la conflagración en el resto de Europa. La retaguardia republicana era duramente golpeada por los bombardeos aéreos y la falta de abastecimientos, y la sensación de derrota se extendió entre grupos de civiles y militares. Tras el rechazo de sus Trece puntos del 30 de abril de 1938, el presidente del gobierno republicano Juan Negrín fue partidario de la prosecución de la guerra, con disgusto de algunos. El cargo de derrotismo, por unos comentarios, se formuló contra más de uno.
En diciembre de 1938 las tropas franquistas comenzaron la ofensiva de Cataluña por la línea del Segre, y el 14 de enero de 1939 las fuerzas del general Yagüe entraron en Tarragona. La caída de esta ciudad amenazaba gravemente Barcelona, y fue bien recibida por los contrarios a la República. El Servicio de Inteligencia Militar se aplicó entonces a descubrir disidentes en la retaguardia a través de infiltrados.
Los militares bajo sospecha.
En Requena todavía por entonces había miembros de la VI Brigada Mixta, unidad sospechosa de acoger a muchos desafectos. En agosto perdió la mitad de sus efectivos en Castuera y se reorganizó en Madrid. Trasladada a Requena, el grueso de sus efectivos se trasladó nuevamente a Extremadura, donde el general Vicente Rojo pensaba desencadenar un ataque de distracción a gran escala para detener el avance franquista. Su vigésimo segundo batallón tenía su sede en el número cuatro de la calle Norberto Piñango.
El informe del agente del SIM destila una considerable hostilidad hacia algunos de sus miembros, a los que consiguió tratar fingiendo unas obligaciones que le permitieron entablar trato social. Los investigados se mostraron confiados ante su meticuloso interlocutor, capaz de percibir cada detalle. La caída de Tarragona los había animado. El capitán Alcalde se convirtió en el blanco de sus sospechas.
El descubrimiento de las armas.
En la zona republicana se había declarado el estado de guerra para controlar el orden público, y el 24 de enero el agente recabó información en la subcomisaría de policía, interesándose por las personas relacionadas con la Derecha Regional Valenciana, en Requena llamada Derecha Agraria Republicana, vinculada a la CEDA. En casa de un labrador de familia católica se encontró una gran cantidad de cartuchos. Auxiliado por su hijo de dieciséis años, el muchacho se mantuvo al principio firme en el interrogatorio. A comienzos de la guerra, cuando comenzaron las incautaciones de tierras, algunos campesinos con propiedades se mostraron contrarios y fueron acusados de fascismo según la terminología de la época.
Hasta qué punto la actitud del labrador y su hijo estaba generalizada entre los campesinos está por ver todavía, en unos meses en los que el mercado negro de alimentos tan básicos como las patatas preocupaba a las autoridades republicanas, pero su caso nos indica las fracturas de la sociedad rural durante la guerra.
El hallazgo de una agrupación falangista.
Al descubrimiento de los cartuchos se sumó el de dos fusiles, que el muchacho quiso hacer ver que había tomado en la estación de las fuerzas de las Brigadas Internacionales.
Su explicación no satisfizo a los interrogadores, que al final supieron que se trataba de un movimiento más organizado. Desde marzo de 1937, según su testimonio, formaba parte de Falange, que se fue organizando secretamente y que contó con la colaboración del citado capitán Alcalde para dar un golpe en la localidad, cuya orden inicio se daría desde Valencia. Posiblemente, la acción de Requena se encuadraría en otra de mayor alcance. A la capital del Turia fueron conducidos los detenidos, y el 29 de enero de 1939 se redactó el informe.
Las conexiones entre civiles y militares son elocuentes de la complejidad de la oposición clandestina, organizada y dispuesta, la de la llamada quinta columna según una expresión del general Mola. El estudio pormenorizado de tales redes puede deparar interesantes novedades en el estudio de la Guerra Civil. Este documento lo acredita, y nos hace ver las tensiones vividas en el seno del campo republicano antes del golpe del coronel Segismundo Casado del 5 de marzo de 1939.
Bibliografía fundamental.
ALÍA, Francisco, “Negrín ante un enemigo “invisible”. La quinta columna y su lucha contra la República durante la Guerra Civil española (1937-1939)”, Historia y política, nº 33, Madrid, 2015, pp. 183-210.
Víctor Manuel Galán Tendero.