Desde su infancia Rafael Bernabéu mostró un gran interés por la historia en general, pero especialmente por el pasado de su querida Requena. Fue un niño agudo y observador, que nunca dejó de escuchar relatos de sus mayores sobre hechos y tradiciones locales, ni de fijarse en lo que las piedras habían dejado escrito en nuestra tierra. Ya en su juventud, aprovechando su estancia como estudiante en la ciudad de Valencia, dedicó buena parte de sus horas de descanso a escudriñar en diversas bibliotecas de la capital en busca de referencias sobre Requena. Todo ello le permitió esbozar, en un manuscrito de bella caligrafía, el embrión de su futura “Historia de Requena”. El manuscrito está fechado en Valencia en 1929, y de él vamos a extraer diversos fragmentos en los que se refleja la temprana labor investigadora de nuestro cronista.
El primero de estos fragmentos se centra en el periodo romano, y en él se describen tres lápidas funerarias halladas en el entorno de nuestra villa, que dejan constancia arqueológica de la importancia que debió tener aquella antigua población romana de origen íbero, como con el tiempo se ha ido corroborando. Estas son las palabras del joven Rafael Bernabéu López:
“Dejando a un lado las edificaciones romanas que bien requieren un especial estudio, haremos mención de diversas monedas halladas en el término de Requena, muchas de las cuales estudió y coleccionó cuidadosamente el entusiasta don Antonio Pérez García (véase gráfico nº IV), y estudiaremos las tres lápidas romanas encontradas en dicho término (gráfico nº V).
Hasta el año 1820 existió en la capilla de la Virgen del Rosario de la iglesia de Santa María una lápida romana (figura B), que inconscientemente fue picada y utilizada como cualquier otra piedra de las obras que se realizaron en dicha capilla.
Afortunadamente, el entonces párroco don Juan Blasco la tenía copiada, según notificación hecha por el señor Pérez García en 1887 a la Real Academia de la Historia[i], dando de ella el P. Fita la siguiente reconstrucción:
H[IC] S[ITA] E[ST] [TIBI TERRA LEVIS]=SEMPRONIAE CLARISSIMAE ANN[ORUM] XXIX, MATER CLAUDIA FILIAE PIISSIMAE.
(“Aquí yace. Séale la tierra leve. A Sempronia Clarisima de 29 años. Claudia, su madre, a su hija piadosísima”).
En la pared exterior de nuestro cementerio y aproximadamente a un par de metros a la derecha del peldaño de la puerta principal, existe una lápida romana completamente cubierta, pues no ha muchos años fue empleada en la edificación de dicha pared. Mide 44 x 33 cm y se traduce así:
“A su padre Elio Ursulo, Mesenia Onesiphoris” (figura C).
Esta inscripción pertenece a los primeros años de la dominación romana, pues en la palabra ONESIPHORIS el signo P (*en el manuscrito aparece la curva de la P en forma de pico) es celtíbero; además, dicho nombre es único en las inscripciones hispanas, según Hübner.
Finalmente, una tercera lápida está incrustada en una de las paredes de la casa de campo de la fuente Flores. Es de mármol verde veteado y mide 45 x83 cm. (figura A)
El docto P. Fita la reconstruye así:
D[IIS] M[ANIBUS] CORNELIAE PLACIDAE AN[NORUM] XXXI COR[NELIAE] TERTEOLA M[A]T[ER] FILIAE PIISSIMAE.
(“A los dioses Manes. A su hija piadosísima Cornelia Plácida, fallecida los 31 años; lo consagró su madre Cornelia Terteola”)
Nada podemos concretar sobre el primitivo hallazgo de estas lápidas. Sí diremos que en Sinarcas, Villatoya, Utiel (aldea de Cabañas) y otros lugares próximos, han sido halladas diversas inscripciones latinas.”
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Bernabéu López, R. Síntesis documentada de la Historia de Requena (Hasta la Guerra de Sucesión). pp. 33-38. Valencia, 1929. (Manuscrito)
César Jordá Sánchez.
[i] “Boletín de la Real Academia de la Historia”, X, 436. Año 1887.