Acerca de la Contrarreforma.
A día de hoy, la Contrarreforma ya no se contempla como una simple reacción contra la Reforma, sino como un movimiento de regeneración religiosa que permaneció dentro de los cauces de la Iglesia católica. Tendría orígenes comunes con el protestantismo, curiosamente, pues partiría de las mismas inquietudes espirituales surgidas en la Cristiandad de la Europa de la Baja Edad Media. Bajo esta óptica, las reformas auspiciadas por el cardenal Cisneros anunciarían y orientarían a veces el camino de la Contrarreforma. El movimiento devocional de la Vera Cruz cumpliría a la perfección tal planteamiento, al surgir en tiempos medievales y alcanzar su cénit en los siglos modernos.
Las cofradías veracruzanas de la Sangre de Cristo participaron plenamente de la confesionalidad de su época, compartida por católicos y protestantes, hasta tal punto que recientemente la historiografía ha atenuado las diferencias cotidianas entre ambos en el seno del Sacro Imperio antes de la guerra de los Treinta Años. Si la religión ayuda a entender la sociedad española de tiempos de los Austrias, sus cofradías dan buena idea del temperamento popular de aquélla.
¿Qué entendemos por una cofradía?
Las cofradías o uniones de hermanos fueron encuadrando bajo distintas advocaciones religiosas la variopinta vida artesanal, mercantil, financiera e intelectual de la Europa medieval con fines asistenciales, despertando a veces la desconfianza de las autoridades reales, temerosas del poder que podían llegar a alcanzar. Estas cofradías, como la de los mercaderes de Santa María de la O de Toledo en el siglo XV, dieron origen a los gremios propiamente dichos cuando pasaron a regular con detalle aspectos profesionales, cuando en suma dispusieron de su propia jurisdicción particular.
Su faceta religiosa dio pie a que desde el concilio de Vienne de 1311-12 (en el que se suprimió la orden del Temple, se condenó a los espirituales franciscanos y se apercibió a begardos y beguinas) la Iglesia se ocupara de las mismas con más detalle. Las sacramentales se distinguieron por su devoción al Corpus Christi y las penitenciales insistieron en la vivencia religiosa alrededor de la Pasión.
Las penitenciales de la Vera Cruz conformaron círculos de devoción que buscaban la interiorización individual por parte de cada hermano del sacrificio del Cristo en el Calvario, del que se derivaba una comunidad cristiana, con claras aspiraciones idealistas, compatibles con los deseos de regeneración espiritual de la Contrarreforma, insertándose en la sociedad de órdenes del Antiguo Régimen.
Los fundamentos cristológicos de la Vera Cruz de Requena.
Las constituciones de la Vera Cruz requenense comenzaban por la declaración de principios doctrinales de que “todos los christianos conuiene que seamos hermanos en Iesuchristo nuestro Salvador a quien tengamos por padre en el cielo y en la tierra con el propósito que lo sirvamos con limpias voluntades y limpios coraçones”. El ejemplo de Jesucristo, nuevamente valorado durante la Contrarreforma, se dispuso como un espejo de todos aquellos fieles que desearan vivir de forma más plena la fe. La importancia de Jesús no impedía reconocer a “la bien abenturada virgen nuestra madre y señora Santa María, madre de Iesuchristo, a quien nos tenemos por Señora y por abogada en nuestro hechos y a honra y reuerencia de la Sancta Veracruz”, cuando el protestantismo cuestionaba su importancia.
La Veracruz se tomaba como el símbolo más poderoso del mensaje cristiano, ya que Dios “quiso que su mui amado hijo le offreciesse su vida porque en el madero menoscabase los daños que del madero auían uenido y para que con su muerte destruyesse la nuestra”. Las ideas que maduraron acerca de la Vera Cruz durante la Baja Edad Media se reflejaban aquí, desde la denominación de madero ya empleada por la hermandad hispalense a la idea que la madera del mismo procedía del árbol del que Adán tomó el fruto del pecado. Por ende, el fiel no debía incurrir en la ingratitud, auspiciando un catolicismo militante en línea con los deseos de enderezamiento espiritual pretendido por la Contrarreforma.
Las devociones de la Vera Cruz de Requena.
Junto a la conmemoración de la Vera Cruz el 14 de septiembre, la cofradía también celebró la Encarnación del hijo de Dios (25 de marzo) y la festividad de San Sebastián, además de tomar parte en los actos centrales de la Semana Santa.
La primera festividad anual consignada en las constituciones era la de la Encarnación de nuestra Señora, uniéndose íntimamente el elemento Cristo-céntrico con la figura de la Virgen, considerada abogada de la hermandad, en tiempos de cuestionamiento protestante. A continuación, en el calendario litúrgico seguía la fiesta de la Vera Cruz.
San Sebastián, por último, era celebrado por la Veracruz el domingo siguiente al día de la semana que cayera su festividad del 20 de enero. La figura del bienaventurado mártir es particularmente interesante para entender los inicios de la cofradía, como veremos. Desde el siglo VII, San Sebastián fue reverenciado como protector contra la peste, algo que acentuó su popularidad durante la Baja Edad Media. En Requena tenía una nutrida cofradía en el siglo XVI, además de una popular ermita. Su figura representaba la del cristiano militante que no retrocedía ante el padecimiento del martirio, tan del gusto de la Contrarreforma.
Asimismo, se disponía conmemorar el cuarto domingo de cada mes con una misa cantada y con una misa rezada el segundo día de cada una de las tres Pascuas anuales.
El orden litúrgico de las festividades.
Las tres primeras conmemoraciones religiosas citadas se ajustaban a un orden preciso, establecido en las mismas constituciones: vísperas, misas, sermón y procesión, además de celebrar su octava.
En el altar de la cofradía se oficiaba la misa cantada de cada cuarto domingo de mes, lo que convertía tal espacio en el receptáculo simbólico de la Vera Cruz, pues los cofrades que no asistieran a la misma debían de pagar doce maravedíes.
La costumbre de realizar nuevamente los oficios de la fiesta con solemnidad el octavo día después de la misma fue extendida especialmente por los franciscanos durante la Baja Edad Media, hasta tal punto que se tuvieron que introducir una serie de distinciones en orden de prelación. Mientras unos autores destacan el origen último de las octavas en el calendario religioso judío, con días tan señalados como el final de la fiesta de los Tabernáculos, otros resaltan como en el cristianismo del siglo IV cobraron fuerza las de Pascua y Pentecostés, sin olvidar la de las iglesias de Jerusalén y Tiro.
Las festividades apuntadas gozaban de la concesión por el Papa del jubileo o indulgencia plenaria de los pecados. En caso de coincidir con la Semana Santa, la Encarnación se celebraría la segunda dominica después de Pascua de Resurrección, día jubilar. La Vera Cruz se festejaría el 14 de septiembre o al siguiente domingo también por jubileo, lo que también justificaba que San Sebastián se celebrara el domingo siguiente al día de la semana que cayera su fiesta. Tal aspecto es medular para entender la Vera Cruz de Requena dentro de la época considerada.
La defensa de las indulgencias.
La salvación por la fe, con independencia de las acciones personales, formó parte del pensamiento medular de Lutero, cuestionando con fuerza la venta de indulgencias para fines como la construcción de la basílica de San Pedro desde 1506. Tales remisiones por los pecados, según el luteranismo, no servirían ni para los vivos ni para los difuntos. El Purgatorio, reafirmado desde el siglo XII al calor de la expansión comercial y financiera europea, fue invalidado de facto. La caridad y la penitencia deberían de ser los auténticos deberes de los cristianos.
El concilio de Trento, que reafirmó el catolicismo frente al protestantismo, consideró las indulgencias como la remisión de pecados de un fiel predispuesto espiritualmente a rectificar. Más allá de lo individual, la Iglesia católica actuaría como administradora de tal posibilidad redentora.
Tal clase de indulgencia penitencial fue adoptada por la Veracruz de Requena. Se tomaba “nuevo haliento y fuerças con la gracia que Su Sanctidad de nuestro mui Sancto padre Paulo quinto nos a hecho concediendo jubileos e indulgencias para remedio de nuestras almas”.
Las constitutivas indulgencias.
El 17 de marzo de 1607 Felipe de Tasis (del Consejo de la Inquisición, prior de Osma y comisario apostólico de la Santa Cruzada) alzó la suspensión que por la bula de la Cruzada se había puesto a ciertas gracias, indulgencias y perdones de la concedida a la Veracruz establecida en el Carmen de Requena por el Papa Paulo V en 1606, año inicial de su pontificado. El noble de Siena Camilo Borghese tomó el nombre de Paulo en honor de Paulo III (1534-49), protector de su padre y gran impulsor de la Contrarreforma. Tal Papa, a requerimientos del cardenal Francisco de Quiñones, otorgó a su vez el 7 de enero de 1536 bula a la Vera Cruz de Toledo, que beneficiaba particularmente a los disciplinados que peregrinaran a Roma, donde se encontraba el templo al que estaba adscrito el cardenalato de aquél, la basílica de la Santa Cruz de Jerusalén. Paulo V, por ende, confirmó la pauta de indulgencias a la toledana no solo en Requena, sino también en otros puntos como Zamora, donde otorgó la pertinente bula a su Veracruz en 1618.
Tales indulgencias alcanzaban a los varones y a las mujeres de la hermandad que en la procesión del Viernes Santo acudieran disciplinándose o con la vela de cera tan solo, habiendo recibido la confesión o con propósito de ello. Serían iguales a las de todos aquellos que visitaran las iglesias extramuros de Roma indicadas a las reverencias de tal día. Podían escoger su propio confesor, entre el clero secular o regular, para ser absueltos de sus pecados, excepto la bigamia o el asesinato consciente. Se hacía igualmente la salvedad de las indulgencias especiales de la Santa Cruzada o de la construcción de la basílica de San Pedro, razón última del alzamiento de suspensión de 1607.
La bula de indulgencias era fundamental para la plena conformación de las cofradías veracruzanas, según se desprende de lo relatado en 1799 en la regla de la de Jerez de la Frontera:
“Cierto número de devotos por los años de mil quatrocientos quarenta, se convocasen para labrarla una Capilla, de modo que hallándose poco después dichos Fieles congregados con algunas Fincas destinadas para el Culto y veneración de la Santísima Cruz recurrieron a la Hermandad de la Santa Veracruz de Toledo, y hermanándose con ella obtuvieron la Bula general que contienen las gracias y demás prerrogativas, que universalmente gozan todos los Cofrades de tan Santa y Venerable Hermandad.”
Su aplicación en Requena.
En la obra Antigüedad y cosas memorables, de alrededor de 1730, se sostiene que la cofradía de la Vera Cruz era “la más antigua de Requena”. Aunque no se apunta ninguna fecha exacta, pese a hacerse expresa referencia a la bula de 1536, cuando se habla de la cofradía de la Minerva (con bula papal del 20 de abril de 1540) se consigna:
“Con que solo se lleva de antigüedad (con) la de la Sangre de Christo cuatro años, y después de ella es la más antigua de las de esta villa.”
Así pues, se considera el 1536 como el año fundacional de la Veracruz local, sin más. Sin embargo, la realidad fue más compleja.
Bajo la autoridad del inquisidor y vicario general del arzobispado de Toledo Martín de Urquiza, el escribano de la Vera Cruz toledana Juan Vélez hizo un traslado de la bula de Paulo III el 23 de junio de 1570 a instancias de la de Requena.
Según sostuvo el 13 de abril de 1626 el mayordomo de la cofradía don Vicente Ferrer de Plegamans y de Pedrón (también alférez municipal, que alcanzaría el hábito de la caballería de Santiago en 1635) desde hacía sesenta años se había guardado la costumbre en punto a la posición de los miembros del cabildo eclesiástico en la procesión del Jueves Santo. La cofradía se fundaría, por ende, hacia 1566. De ser así, entre el establecimiento y la recepción de la bula paulina transcurrirían unos años, que por desgracia no conocemos apenas.
De otras cofradías sí que se dan de forma más segura en Antigüedad los años fundacionales: del Rosario (1571), del Nombre de Jesús (1583) o de Nuestra Señora del Carmen (1595). En el último tercio del siglo XVI, ya celebrado el concilio de Trento, se impulsó en el mundo católico el establecimiento de cofradías para el robustecimiento de la fe.
El curso de la Contrarreforma en Requena y la Vera Cruz.
La primera acta de un cabildo o reunión de la Veracruz data del 21 de septiembre de 1606, desconociéndose importantes detalles de su Historia entre esta fecha y la del traslado de la bula de Paulo III, al menos. No fueron años precisamente intrascendentes, ya que en Requena ocurrieron relevantes sucesos, como la llegada de los franciscanos, que fueron contemplados inicialmente como rivales por los carmelitas, veteranos en el lugar, según pautas que se reiteraron en otros puntos del orbe católico con otras órdenes, que se disputaron con frecuencia fieles, rentas y predilecciones.
En 1567 se acordó con los franciscanos de Chelva su establecimiento en nuestra villa, deseado por importantes personalidades locales. Con todo su prestigio, el Carmen requenense suscitaba entre las autoridades municipales y reales más de una contrariedad. En el juicio de residencia del corregidor Francisco de Lezcano de 1561 fue tachado de asilo de delincuentes, pues sus frailes habían defendido con energía sus inmunidades esgrimiendo la libertad y privilegios de los mendicantes.
A los franciscanos se les encomendó la ermita de la Loma, consagrada a Nuestra Señora de Gracia desde 1550 al menos. Tal punto tenía especial importancia por razones que iban más allá de lo religioso, pues durante la epidemia de peste de 1557-8 se acogieron al lugar no pocos enfermos, hasta tal extremo que en 1559 se reconocieron los servicios allí dispensados a los contagiados del médico Francisco Hernández Ruiz por “el calvario de sanar a los enfermos” y del sacerdote Diego de Salazar por administrarles los sacramentos. La idea de facilitar la buena muerte a cristianos que podían fallecer en circunstancias trágicas estuvo en el embrión del espíritu de la Vera Cruz, como veremos en un próximo capítulo.
A la ermita saturada de espíritu de entrega se adscribía la procesión y misa de la Encarnación, a cuyo culto se vinculaba el rezo del Rosario, muy valorado por los propios franciscanos. Con tales elementos, los carmelitas corrían el riesgo de verse desbancados del favor local.
Entre 1566 y 1570 supieron moverse con habilidad. Por desgracia no conservamos las actas municipales de aquellos años, pero es muy probable que tomaran buena nota más allá de la bula de la Vera Cruz de Toledo (fundada en 1480 según el padre Meseguer), donde los franciscanos que la impulsaron tuvieron que acogerse al Carmen, pues San Juan de los Reyes fue entregado a la rama observante de la orden seráfica.
Con perspicacia, incorporaron de forma destacada la devoción de la Encarnación a la cofradía, sin olvidar la de San Sebastián, cuya cofradía llegó a contar con 612 hermanos en 1535. El auge posterior del culto a San Roque le mermó protagonismo y quizá facilitó que algunos fieles que podían haber formado parte de la cofradía de San Sebastián se incorporaran a la de la Sangre de Cristo, lo que explicaría que en Antigüedad se escribiera con severidad:
“Muy digna es de alabanza la devoción que se ocupó piadosa en la erección de tantas cofradías; pero son dignos de reprehenssión los que al mismo tiempo que edificaban destruían. Pues no faltaron algunos parecidos al rico que reprehende el Evangelio, pues para hacer unos graneros nuevos quería destruir los antiguos. Dígolo porque se dexaron perder en Requena dos illustres y antiguas cofradías: una del invito mártir San Sebastián, fundada en su ermita, y otra de nuestro patrón San Nicolás.”
Tanto en la aplicación de disciplinas como en la preparación para la buena muerte, la cofradía requería de un establecimiento curativo, por lo que en 1588 los carmelitas desearon arrasar la casa del arcipreste por alquilarla al boticario. Más tarde, el Carmen acentuaría sus lazos con el cercano Hospital de Pobres.
Paralelamente, los carmelitas fortalecieron el culto a Nuestra Señora de la Soterraña. Sus esfuerzos fueron recompensados. En 1587 lograron alternar anualmente la predicación de Cuaresma con los franciscanos, que al final no pudieron acceder al caso urbano de la villa, y al año siguiente se alzarían con la preceptoría de gramática por el apoyo de los regidores Juan Navarro, Luis Pedrón, Juan Mateo y Francisco Ruiz del Colmenar frente a Fernando Pérez Sendina y Francisco Martínez Godoy. También ampliaron su templo por aquellos años. Indiscutiblemente, la Vera Cruz sirvió para mejorar la relación entre los carmelitas y muchos seglares. A este respecto, la del veterano Carmen requenense, la Contrarreforma también prosiguió una tendencia anterior.

Fuentes.
FONDO HISTÓRICO DE LA VERA CRUZ DE REQUENA.
Libro Viejo de la Vera Cruz.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Juicio de residencia del corregidor Lezcano (6157).
Libro de actas municipales de 1546-59 (2895) y de 1587-93 (2898).
Bibliografía.
Antigüedad i cosas memorables de la villa de Requena. Edición de César Jordá Sánchez y Juan Carlos Pérez García, Requena, 2008.
DELUMEAU, Jean, El miedo en Occidente, Madrid, 2007.
DÍAZ DE MARTÍNEZ, José Antonio, Historia de la Venerable Cofradía de la Vera-Cruz o Sangre de Cristo señor nuestro, fundada en el templo del Carmen de la ciudad de Requena, Requena, 1850.
GONZÁLEZ ARCE, José Damián, “La cofradía laboral como precedente del gremio. Los mercaderes de Toledo durante el reinado de los Reyes Católicos”, En la España Medieval, 31, 2008, pp. 177-216.
Regla de la ilustre, antigua y venerable hermandad de la Santa Veracruz de esta MN. y ML. Ciudad de Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, 1799.