Un gran Estado Ibérico al sur del Cabriel, nuestros ricos vecinos de Aras.
La importante ancestral ruta viaria que recorría de norte a sur los territorios que cruzaban los ríos Magro, Cabriel y Júcar (Sucronis fluvius), coincide con el actual acceso desde la comarca de la Tierra del Cabriel y el Magro, al Valle de Cofrentes.
A parte de las continuaciones de estos viales más allá, esta ruta unió dos importantísimos Estados Ibéricos vecinos, muy relevantes en los aconteceres de su época. Estos dos Estados han tenido durante gran parte de su existencia, sus respectivos grandes oppidas (ciudades fortificadas) que ejercían de centro o capital de su territorio. Al norte del Cabriel el de Los Villares (Caudete de las Fuentes) de 10 hectáreas de extensión, y al sur del Júcar el de Castellar de Meca (Ayora) de 15 hectáreas.

El Estado Ibérico del oppida de Los Villares tuvo una gran relevancia por su entidad política y por su alta densidad de población durante la Edad del Hierro, que se refleja en la gran cantidad de yacimientos arqueológicos datados, entre los que se observan varios de amplia extensión. Además, las Fontes Antiquae, nombran a su Estado como protagonista de importantes eventos bélicos en relación con púnicos y romanos.
Como ya hemos descrito en anteriores artículos, sobre la Tierra del Cabriel y el Magro hubo un estado Ibérico en cuya zona central los poblamientos se situaban en zonas llanas, eran amplios y dedicados a la producción en general. Y también hemos descrito como en sus lindes se dieron numerosos y potentes oppidas a gran altura que protegían imponentemente esa zona interior.
Su ciudad principal, Los Villares, se situaba a escasa altura, muy accesible a los transeúntes, abierta a su entorno.
Al sur, el Estado Ibérico del oppida de Castellar de Meca, tiene una apariencia distinta a su homólogo del norte. Parece claro que Castellar de Meca es la única gran ciudad de su territorio, y que su posición a gran altura y en un cerro muy defensivo, le daban un carácter muy centralizador. También se diferencia en que en sus lindes no se aprecian esos grandes poblados fortificados en altura, lo cual le da una apariencia de zona abierta hacia sus Estados Ibéricos vecinos. Podría haber sido un centro de acaparación comercial, además de una encrucijada de caminos.
Sobre Castellar de Meca se han realizado magníficos estudios arqueológicos, como “EL CASTELLAR DE MECA: ANATOMÍA DE UN OPPIDUM IBÉRICO, de Alberto J. Lorrio Alvarado”, del que vamos a obtener los datos siguientes. Nos dice algo con lo que estoy de acuerdo, que:
“las ciudades ibéricas serían ciudades-estado arcaicos, configurándose el oppidum como el centro político y administrativo del territorio caracterizado por presentar un tamaño relativamente grande y ocupar un lugar estratégico, próximo a vías de comunicación, en zonas de fácil defensa, a menudo con fortificaciones complejas, al tiempo que controla un territorio amplio y jerarquizado, donde aparecen poblados subordinados de menor tamaño y variada funcionalidad.”
Y la claridad en la descripción y utilidad que nos explica Alberto J. Lorrio en el texto es tan sugerente que no puedo reprimirme en reproducir su exposición:
“1 – Su gran extensión, 15 ha, que sitúan al yacimiento entre la ciudades de mayor tamaño del ámbito ibérico.
2 – Su ubicación estratégica, próxima a territorios de alta potencialidad agrícola y junto a vías de comunicación importantes, lo que confirma la identificación de un tramo del importante camino localizado al norte del oppidum que uniría Meca con Saltigi y las tierras del Levante y el Sureste.
3 – La planificación urbanística, que incluiría viales, uno principal que atraviesa el oppidum longitudinalmente, de trazado rectilíneo, y diversos de carácter secundario
4 – Los sistemas de fortificación, cada vez más complejos por influjo de la poliorcética helenística
5 – La existencia de una arquitectura pública monumental de carácter cívico. Los oppida tenían arx o acrópolis, donde se ubicarían edificios públicos como el templo.
6 – Por lo que respecta a la organización política del oppidum, existirían oligarquías urbanas y una asamblea o consejo constituido por individuos de la clase social dominante; como autoridad suprema las fuentes literarias mencionan un praetor, aunque también se refieran a reges y reguli o, incluso, duces.
7 – Con la formación de las ciudades-estado ibéricas cabe relacionar la aparición y consolidación de los santuarios suprarregionales, como el famoso del Cerro de los Santos, en Montealegre (Albacete), situados en lugares fronterizos entre ciudades-estado, próximos a importantes vías de comunicación; son puntos de frontera que delimitaban territorios políticos, lugar neutral de reunión de los grupos gentilicios de una misma región o sede de encuentros interregionales.
Meca jerarquizaría un extenso territorio, que pudo variar a lo largo del tiempo, y controlaría como hemos visto las vías de comunicación que unirían el Sureste meseteño con las tierras costeras del Levante. Se trata de un espacio de transición, abierto hacia el Sureste peninsular debido al influjo de la vía Heraklea, aunque también estén presentes los contactos con otras zonas como la Alta Andalucía, el Levante o el resto de la Meseta, dada la ausencia de barreras naturales cerradas que dificulten la comunicación entre estas zonas.
El territorio de Meca englobaría el altiplano de Almansa, y parte de la comarca de las Tierras Altas, en la provincia de Albacete, así como el extremo de la comarca de la Costera y el Valle de Ayora, en la de Valencia, y, probablemente, el curso alto del Vinalopó (área de Caudete-Villena).
Para L. Soria (2002: 137 s.; 2007: 243) los grandes asentamientos que estructurarían el territorio albacetense en torno a Meca serían Saltigi/Chinchilla, Bigerra/ El Villar (Las Eras), en Alcalá de Júcar e Isso/El Tolmo de Minateda, pudiendo destacar por lo que respecta al resto del ámbito provincial los de Ilunum/ La Piedra de Peña Rubia, en Elche de la Sierra, y Libisosa /Lezuza, aunque posiblemente deberíamos añadir el de La Peña, en Peñas de San Pedro, del que prácticamente se carece de documentación, aunque su posición geográfica, emplazamiento y superficie (3,54 ha), así parecen sugerirlo..”

Mapa de Historia Novella (1508) que nomina a Ayora como “Aiora”
Y además, me viene de maravilla la descripción de los hábitats ibéricos del territorio de Meca que hace Alberto J. Lorrio, un estudio que nos evita trabajo a los interesados. Lo explica tal que así:
“Suele aceptarse la existencia de tres categorías de hábitats en esta zona a partir del siglo IV a.C.:
(1) la principal estaría integrada por el oppidum, que ocuparía una posición central, articulando el territorio y su economía al tiempo que controlaba los accesos a los territorios periféricos por su posición junto a las principales vías de comunicación.
(2) una segunda incluiría poblados de tamaño medio, entre 3 y 4 ha, generalmente fortificados, sobre cerros destacados, cerca de vías naturales y con un buen control visual sobre el entorno, con tan solo unos pocos ejemplos localizados en los límites del territorio teóricamente jerarquizado por el oppidum.
(3) la tercera categoría remite a los yacimientos de superficies inferiores a 1,5 ha y funcionalidades diversas, algunos de pequeñas dimensiones (inferiores a 0,3 ha) localizados en llano junto a puntos de agua y terrenos fértiles, susceptibles, por tanto, de ser interpretados como granjas o caseríos.
Lorrio comenta a continuación cómo el estudio de nuevos aspectos arqueológicos de la zona, están aportando un mayor número de hábitats ibéricos, lo cual puede llevar a nuevas interpretaciones. Estos hábitats parecen ser de entidades menores.
Así mismo, comenta que son bastante relevantes las cuevas-santuario, como la Cueva de la Noguera, en el Valle de Ayora, que nos ayudarían a obtener una interpretación cultural.
Y destaca ”la identificación de un complejo arquitectónico de función sacra en el poblado de El Amarejo (Bonete), con un pozo de 4 m de profundidad interpretado como una favissa destinada a recibir los materiales consagrados a una divinidad protectora de la comunidad. El poblado ocupa una posición aproximadamente equidistante entre los dos principales oppida de la zona, El Castellar de Meca, hacia el este, y Saltigi, tradicionalmente localizado en Chinchilla, hacia el oeste.
Finalmente, cabe mencionar el famoso santuario del Cerro de los Santos, en Montealegre del Castillo, para el que se ha destacado su condición de santuario suprarregional, centro religioso y político de varias comunidades, donde las élites se reunirían periódicamente para realizar ofrendas, exaltar públicamente a determinados miembros y sancionar matrimonios, acuerdos y alianzas).”
Como vemos, el arqueólogo historiador de la Universidad de Alicante, Lorrio, nos ha evitado el esfuerzo de hacer un estudio sobre la estructuración del territorio ibérico de Cerro Meca, ya que estoy de acuerdo con casi todo lo que expone de manera tan diáfana y esclarecedora.
A partir de aquí podemos relacionar y comparar este “Estado ibérico” con su vecino del norte, al otro lado del río Cabriel.

*Continúa en PARTE 2
Fuentes:
• “EL CASTELLAR DE MECA: ANATOMÍA DE UN OPPIDUM IBÉRICO, de Alberto J. Lorrio Alvarado” (En letra roja, textos pertenecientes a este trabajo de Lorrio).