UN NUEVO RESURGIR, UNA ETAPA MÁS DE SERVICIO EN LA DILATADA Y COMPLICADA HISTORIA DEL SANTO HOSPITAL DE POBRES DE REQUENA.
El Santo Hospital de Pobres, nombrado con diversos títulos a lo largo de su vida, pero siempre el mismo, siempre la misma institución, con idénticos fines y propósitos: prestar auxilio y atención gratuitos al más necesitado, al más vulnerable, al más enfermo, al carente de recursos para poderse costear la atención médica y sanitaria.
La institución atendida y regalada con las generosas aportaciones, donaciones y herencias de requenenses que en todos tiempos han visto en ella el instrumento de atención y cuidado a la humanidad doliente y desvalida, por la que canalizar su sensibilidad y su caridad hacia el más necesitado, pero a la vez también la casa más vapuleada, atacada, atropellada y desatendida por parte tanto de ciertos particulares como de gobiernos, administraciones, asociaciones, etc., que ajenos e insensibles al fin altruista y tan extremadamente necesario por el vital servicio que prestaba a los parias de la sociedad, movidos unos por intereses egoístas, otros por abuso de poder, otros por negligencia en el desempeño de sus funciones, han perjudicado, a veces enormemente, de forma consciente o inconsciente al Hospital.
De todas estas vicisitudes, además de las originadas por circunstancias políticas, bélicas, sociales, económicas que afectaron a toda la sociedad requenense, y cómo no al Santo Hospital, este resurgió como el ave fénix de sus cenizas afrontando nuevas etapas y nuevos y diferentes retos.
Tras el período de la II República y la Guerra Civil, la situación del Hospital de Pobres en lo económico era ruinosa, sin recursos económicos y con numerosas deudas atrasadas, lo que hacía muy difícil su funcionamiento, siendo el estado de sus instalaciones, medios y material para el desarrollo de un adecuado funcionamiento médico y hospitalario deplorable, por lo que el inicio de esta nueva etapa, este nuevo resurgir se hacía extremadamente difícil y complicado, más teniendo en cuenta las necesidades de atención de una sociedad de posguerra atenazada por la pobreza, el hambre y la enfermedad, además de carencia de otro tiempo, y cuyas máximas esperanzas se focalizaban en esta benéfica institución, además de en otras de auxilio creadas por el Estado.
Así las cosas, sin dilación, y no arredrándose por la precaria y angustiosa situación en todos los ámbitos del Santo Hospital, ya acabada la guerra en abril de 1939 se reinicia el funcionamiento del mismo, apareciendo en esas fechas con diversos títulos, como Hospital de Ancianos, Hospital y Residencia de Ancianos y ya en agosto de ese año como Santo Hospital de Pobres.
Desde ese momento se pone al frente del mismo como administrador provisional a D. Agustín Pérez Laguna, quien actuará en el desempeño de ese cargo hasta el diez de diciembre de 1939, en que el nuevo párroco de San Nicolás, y como tal Patrono único y administrador, asume sus funciones, como desde inmemorial había sido, a excepción del periodo 1839-1880 en el que el gobierno y administración del Hospital recayó en la Junta Municipal de Beneficencia.

En ese mes de abril ya aparecen los primeros gastos de farmacia y otros. En mayo se hace mención del abastecimiento de vino de la Enológica, y a partir del 27 de ese mes de cooperadores –recordar que en la dieta de los enfermos acogidos se incluía el vino como alimento que bebido con gran moderación era saludable y aperitivo.
Ya en junio comienza el abastecimiento de leñas procedentes de la labor propia del Hospital llamada Casa Puchero en la partida de Los Pedrones. La leña era el combustible fundamental para cocinar, para calefacción y para obtener agua caliente para higiene personal, desinfección de ropas y otros usos.
En el mes de agosto, el día siete, el admininistrador viaja a la finca de la Casa Puchero y a las aldeas de la Fuen Vich y Los Pedrones, posiblemente a averiguar quién ha cosechado esa labor, pues no aparece en ese año que se haya rentado grano, o tal vez, cosa rara, si no se ha cultivado, buscar posibles renteros para la próxima campaña. Recordar que los renteros habitaban en las casas de labor, por lo cual no pagaban alquiler, que las caballerías y aperos eran de la propiedad, que el rentero o renteros de la labor debían hacer un buen cultivo y rentar a la propiedad el porcentaje que tuvieran pactado, podían criar animales (cerdos, gallinas, conejos…) para su consumo con el pienso de la finca y abastecerse de leña de la misma para sí incluso para vender, teniendo la obligación de anualmente y en ciertas fechas (Navidad, Pascua) traer al Hospital determinados carros de leña, cerdos y capones, así como extraer cierto número de carros de piedra para reparación de las hormas de la finca.
El ocho de agosto, el administrador viaja para localizar Láminas del Tesoro a favor del Hospital para presentarlas a la Junta Provincial de Beneficencia, organismo del que dependen en ese momento las instituciones o fundaciones benéficas, como es el Santo Hospital y a quien deben anualmente rendir cuentas. Este tipo de fundaciones, desde el primer tercio del siglo XIX, estaban obligadas por ley a tener sus fondos en títulos de la denominada deuda perpetua interior, es decir tenían prestado su dinero, gran parte del cual procedía de la incautación por el Estado en las diferentes desamortizaciones de los bienes inmobiliarios de estas instituciones, que vendidos en subasta por el Estado, este se quedaba con el dinero y a cambio expedía unos títulos, o sea que no era recuperable por el titular, pero que sí recibía unos intereses anuales con los que financiar el funcionamiento de la entidad, y si había superávit suscribir nuevos Títulos o Láminas del Tesoro.
En la misma fecha de agosto consta un abastecimiento de material de oficina para llevar las cuentas y la administración tanto económica como hospitalaria. Hay que observar que el funcionamiento, gestión y control administrativo en todos sus aspectos era exhaustivo, minucioso e impecable.
También agosto viaja a Valencia el Administrador del Hospital a la Junta Provincial de Beneficencia a exponer la situación angustiosa del Hospital y recabar víveres a la Delegación Provincial de Abastecimientos.
De nuevo el día 10 de agosto el Administrador se traslada a Valencia para obtener dinero para el mantenimiento del Hospital. Al tiempo aprovecha para comprar un retrato oficial de Franco por 8´75 pesetas.
El día tres de septiembre aparece recibo del pago de jornales a la persona encargada de rentar, pesar o medir los granos de las labores del Hospital de la Casa Carretero, Casa de Don Juan, y Casa del Almendro, lo cual da idea de que hay grano, luego hay pan y por la venta entra algún dinero. Como se ha dicho, este año no se renta de la Casa Puchero.
El siete de este mes se adquiere una cocina portátil marca Orbegozo, señal segura de que en cuanto a equipamiento el Hospital estaba necesitado, así como de que está funcionando y atendiendo a los enfermos acogidos, como también se demuestra ya desde abril con la compra de medicamentos.

Ese día se compran dos crucifijos. Es evidente que el establecimiento estaba bastante desmantelado de muchas cosas, en cuanto a objetos religiosos no quedaba ni rastro.
Pasando al mes de octubre de 1939, se ve el pago de los jornales de la vendimia, el pago de impuestos de los productos agrícolas, concretamente de la uva, con indicaciones de los kgrs. De uva cosechados en cada finca y bodegas a las que se vende, etc. Dato este de la vendimia significativo, como el de la renta de los cereales, pues anuncia ingresos económicos para desahogo de la maltrecha economía del Hospital.
En la Contribución Urbana de 1939, se relacionan los siguientes inmuebles del Hospital: C/ Estrecho, nº 2; C/ Duarte, nº 2; C/ San Cayetano, nº 16; Plaza Albornoz, nº 8 y las casas de labor de Casa de Don Juan, Casa Carretero, Barranco Rubio (Los Yesares), Casa del Almendro y Casa Puchero. Además se paga una contribución o impuesto por poda de carrascales. Aparte hay en la fecha otros inmuebles que en esta relación no aparecen. A finales de octubre y principios de noviembre se incrementa el aprovisionamiento de todo tipo de víveres. Aparecen recibos de pinturas, fontanería, material de construcción, etc.; todo lo cual nos da idea de lo necesitado que estaba el establecimiento de reformas, mejoras y aprovisionamientos, así como de algún alivio económico por la venta de cosechas y posiblemente de ayudas dinerarias y de víveres de organismos con sede en Valencia a los que se ha hecho referencia.
En octubre y noviembre continúa el abastecimiento de leñas procedentes de las fincas de labor, todas las cuales son ricas en montes de pinares y carrascas.
La vida, el funcionamiento y atención del Hospital en esta nueva etapa continúa con algo más de desahogo, con inversiones y mejoras en las fincas agrícolas, particularmente desde la llegada a la dirección del Hospital del nuevo párroco de San Nicolás D. Salvador Perona Orozco a principios de los años cincuenta, con el fin de rentabilizar al máximo el más importante caudal de ingresos, la explotación de las tierras.
A pesar de ello, la situación del Hospital va languideciendo paulatinamente durante la década de 1950, y más acentuadamente durante los años sesenta, en que por diversos motivos se llega al final del funcionamiento de la institución como Hospital en su acogida y atención de enfermos pobres; entre estos motivos se pueden enumerar, como principales, la depreciación de las rentas agrarias, principal sostén del Hospital, lo muy desfasado de las instalaciones y medios con que cuenta el establecimiento para una moderna y eficaz atención médica y hospitalaria, consecuencia de su cada vez más precaria situación financiera y finalmente por el cambio en la situación de la sociedad del momento, pues la atención sanitaria que presta el Estado se ha convertido en un derecho generalizado.
Posteriormente, a mediados de los setenta hay un intento, tras una rehabilitación y adecuación del edificio de la Loma, de volver a funcionar, pero esta vez poniendo el foco en colectivos con necesidades no atendidas por la administración, caso concreto de los disminuidos psíquicos de la comarca: la iniciativa arrancó, pero tuvo poco recorrido, por problemas más que económicos de concienciación social o de ciertos prejuicios, que hoy en día están salvados, pero entonces las familias no estaban mentalizadas a sacar fuera de la protección de sus hogares a personas con esta problemática.

Fuentes.
ARCHIVO DE LA FUNDACIÓN HOSPITAL DE POBRES DE REQUENA.
Documentación del siglo XX.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Caja de expedientes del Hospital de Pobres.