Una institución de gran importancia histórica.
El crédito agrario y la economía moral de la Castilla del Antiguo Régimen serían impensables sin las instituciones municipales de los pósitos, que dispensaron préstamos de grano a los labradores necesitados de simiente en los malos años agrícolas y compraron cereal con sus fondos de dinero en los momentos más apurados.
Su capital monetario y sus reservas de grano atrajeron el interés de más de un rico propietario y de algún que otro mandatario municipal deseoso de gestionarlo de la manera más favorable a su provecho. Si el pósito ponía en circulación una cantidad de grano apreciable, los cosecheros más acaudalados perdían suculentas oportunidades de negocio. Por si fuera poco, la Monarquía intentó canalizar parte de sus fondos para financiar sus campañas militares.
En Requena, las actuaciones irregulares de algunos no evitaron un balance positivo de una institución que consiguió evitar las peores aristas del hambre en varias ocasiones entre los siglos XVI Y XVIII, algo nada sencillo. La creciente solicitud de dinero por las autoridades reales convirtió el mantenimiento del pósito en una carga cada vez más pesada para el vecindario, coincidiendo con una mayor defensa de la iniciativa privada, despegada del paternalismo municipal. El pósito llegó a atender los gastos derivados de las luchas políticas del primer tercio del siglo XIX. En 1836 los liberales suprimieron la Dirección General de Pósitos, asociada al absolutismo final. De hecho, el 16 de septiembre de aquel año el descapitalizado pósito requenense intentó infructuosamente que los deudores cumplieran sus compromisos, y en 1837 emitió su última contabilidad.
Declive y necesidad de los pósitos españoles decimonónicos.
La economía española, como ha reconocido la historiografía más reciente, hizo un esfuerzo considerable de expansión de la producción agrícola, lo que no evitó que en ciertos momentos se dieran dificultades de abastecimiento, como en 1847. Otro problema peliagudo fue el del acceso al crédito por parte de los distintos cultivadores. La institución del hospital de pobres y ciertos particulares adinerados intentaron cubrir tal necesidad en la Requena decimonónica, algo que consiguieron de manera muy parcial.
El restablecimiento en condiciones de un pósito adaptado a los nuevos tiempos era deseable. Sin embargo, las deudas de la antigua institución de 1835-36 todavía se arrastraban a la altura de 1865. Conscientes de su necesidad, las autoridades municipales intentaron insuflar nueva vida al pósito, pero pronto recayeron en antiguos defectos. El 5 de octubre de 1875, con la tercera guerra carlista todavía presente en el horizonte, su depositario tuvo que dar cuenta de un descubierto de más de 3.000 pesetas. Se intentó remontar la situación desde el Sexenio Revolucionario a través del arrendamiento de la casa panera, que dio pie a controversias como la que enfrentó al municipio con Salvador Pardo de la Casta entre 1886 y 1891.
En el resto de España, la situación era similar, pues los alegatos a favor de la recuperación de los pósitos no evitaron que entre 1792 y 1902 su número disminuyera de 8.082 a 3.410.
El restablecimiento de los pósitos.
No obstante, el esfuerzo tuvo su recompensa y entre 1880 y 1892 se reforzó la capacidad del pósito requenense, según los datos brindados a la Comisión Permanente de Pósitos:
Concepto | 1880 | 1892 |
Dinero en las arcas de las paneras | 2.644 pesetas | 5.427 pesetas |
Capital activo en dinero | 7.050 pesetas | 16.274 pesetas |
Capital activo en grano | 183 hectolitros | 350 hectolitros |
Montante de los adeudos de difícil cobro | 183 hectolitros | 50 hectolitros |
El ambiente en España era favorable a la recuperación. A principios del siglo XX, el pensamiento regeneracionista hizo hincapié en el desarrollo de las fuerzas productivas de España a través de la oportuna renovación institucional. Se debería de acabar con el denostado caciquismo, que se servía del crédito para subordinar a los más modestos. El populismo conservador, con nombres como el de José Gracia Cantalapiedra o el utielano Rafael Marín Lázaro, defendió la necesidad de recuperar los pósitos para facilitar el préstamo y la viabilidad de los pequeños propietarios rurales, columna vertebral de una comunidad de espíritu conservador.
En 1906 se impulsó la vigorización de los pósitos. Dejaron de depender oficialmente del Ministerio de Fomento, al que se consideraba demasiado atento a los intereses caciquiles, y se encomendaron a la Delegación Regia de Pósitos, a cuyo frente estuvo Marín Lázaro a comienzos de la década de 1920. Se postuló la transformación de las paneras en verdaderos almacenes de grano para los agricultores y se prohibió que los nuevos pósitos realizaran préstamos hipotecarios para evitar la desposesión campesina.
La efectividad de los pósitos difirió de una provincia y de una localidad a otra. Las perspectivas de negocio y de conseguir capitales fue mayor que en la provincia de Valencia que en las de Castilla la Nueva. Por ello, se defendió en los veinte las federaciones regionales de pósitos para conformar banco agrícolas que culminaran en un verdadero pósito nacional, algo que al final no se logró. En 1929 los pósitos pasaron a depender del Ministerio de Economía.
El impulso del pósito en Requena.
Los pósitos de la provincia de Valencia prestaron cantidades globales por encima del millón de pesetas. Entre 1921 y 1923, de hecho, aumentaron sus préstamos de las 1.129.000 a las 1.314.000 pesetas. En 1922 el pósito de Requena llegó a prestar una suma de 21.290 pesetas, entre el 1´8 y el 1´6% provincial.
En la Requena de Alfonso XIII las arcas municipales se encontraban comprometidas. Los adeudos igualaban al presupuesto de 1.279.684 pesetas, en parte situado en créditos, de 1916. Repetidamente se encareció a que los impuestos de los consumos se extinguieran de una vez y fueran sustituidos por los preceptivos arbitrios. Muy supervisado por el gobierno civil, el ayuntamiento se encargaba de funciones como el alistamiento para el reemplazo de mozos en edad militar, que daba pie a dilatadas gestiones. La falta de asistencia a las sesiones municipales era un mal a combatir.
El núcleo urbano de Requena adolecía en aquel tiempo de varias carencias. Calles como las del Estrecho se encontraban en un estado lamentable, según se consignó en las actas municipales, y se afirmó la necesidad y la convicción de mejorar la ciudad a nivel general y más puntual. En 1916 se propuso, por parte de la comisión de paseos, plantar árboles en la plaza de Albornoz, que se podía hermosear con una fuente.
Requena era una verdadera agro-ciudad, muy atenta a los vaivenes de la viticultura. La plaga de mildiu afectó a las viñas en 1915, una tormenta de pedrisco cayó en julio de 1916 y en 1917 la exportación vivió momentos angustiosos derivados de la situación internacional creada por la Gran Guerra. En esta situación, el pósito contribuyó a paliar más de un inconveniente. A diferencia de la institución del Antiguo Régimen, prestaba esencialmente en dinero y no se centraba en el abastecimiento frumentario. El interventor de los fondos del pósito era el secretario municipal y el alcalde era el que en última instancia autorizaba los préstamos. El beneficiario del mismo debía presentar fiadores y su deuda se consideraba a efectos legales una obligación ante la mancomunidad solidaria del vecindario. Se prestaba a razón del 4% a devolver al año siguiente, aunque en más de una ocasión las reintegraciones se demoraron más de lo debido. Conservamos los libros de protocolos del pósito entre 1912 y 1924, lo que nos permite conocer tanto su funcionamiento como la coyuntura agraria requenense.
Las cantidades prestadas.
Entre 1912 y 1924 se prestaron las siguientes sumas:
1912 | 6.116 |
1913 | 4.940 |
1914 | 4.000 |
1915 | 9.459 |
1916 | 4.595 |
1917 | 13.645 |
1918 | 5.150 |
1919 | 10.525 |
1920 | 23.475 |
1921 | 7.721 |
1922 | 21.920 |
1923 | 12.250 |
1924 | 26.500 |
Así se dibujan sus variaciones en este gráfico:
Entre 1912 y 1924 la trayectoria de las cantidades prestadas es claramente ascendente, lo que da idea no solo las dificultades sino también de la consolidación de la institución. De 1912 a 1914 los préstamos concedidos descendieron y la cantidad media de dinero por operación subió de 191 a 307 pesetas. A su modo, sería una Belle Époque local, sobretodo en relación a los años venideros. De 1915 a 1918 los productores requenenses se enfrentaron con los vaivenes de la coyuntura de la I Guerra Mundial. Especialmente crítico fue el año 1917. Circunstancias adversas como la tempestad de pedrisco de julio de 1916 no se reflejan en los datos con la misma gravedad. Las cantidades medias pasaron entonces de 220 a 322 pesetas, y sintomáticamente la morosidad se acrecentó: no pocos préstamos contraídos en 1916 se reintegraron en 1924 y varios de 1917 de 1919 a 1926. Entre 1919 y 1924 la morosidad se redujo y la mayoría de los préstamos se reintegraron al año siguiente según lo estipulado, pese a tener que arrostrar inviernos tan difíciles como el de 1922-23. Sintomáticamente, la cantidad global prestada pasó de 10.525 a 26.500 pesetas y la suma media por operación de 339 a 576 pesetas. Los negocios se fueron abriendo camino a través de los problemas gracias a las aportaciones del pósito.
Los deudores.
Quienes recurrieron al crédito del pósito fueron medianos propietarios con posibilidades de reintegrar la cantidad avanzada con sus correspondientes intereses como Ángel Pérez Martínez, Vicente García Pérez, Pascual Cortés Navarro, Práxedes Gil-Orozco Bastidas o Lucas Rodríguez Monsalve. La trayectoria de su número refleja la de las cantidades prestadas, aunque no presenta la misma amplitud en números índice (con la equivalencia del 100 para los valores de 1912): los índices de los deudores pasaron de 40 a 156 y de 65 a 433 los de los préstamos.
En el período indicado recurrieron al crédito del pósito tal número de personas:
1912 | 32 |
1913 | 28 |
1914 | 13 |
1915 | 43 |
1916 | 27 |
1917 | 50 |
1918 | 16 |
1919 | 31 |
1920 | 50 |
1921 | 31 |
1922 | 41 |
1923 | 30 |
1924 | 46 |
Su gráfico dibuja la siguiente figura dentada:
Las oscilaciones interanuales.
El calendario interanual de concesión de los préstamos resulta de gran interés para conocer el desarrollo de las labores agrícolas y las dificultades con las que toparon. Hemos de tener en cuenta que en 1912 los préstamos se concedieron mayoritariamente en el mes de marzo; en 1913 y 1914 en septiembre; en 1915 en enero, abril y mayo; en 1916 en marzo, abril y mayo; en 1917 en mayo y julio; en 1918 en agosto y septiembre; en 1919 en agosto; en 1920 de julio a diciembre; en 1921 en marzo y octubre; en 1922 en noviembre y diciembre; en 1923 en enero, febrero y julio; y en 1924 en marzo y mayo.
De ello se deduce que en 1912 los préstamos se otorgaron en la temporada de la poda de las viñas, y en 1913 y 1914 en las de su preparación. En 1915 el invierno resultó duro y la plaga se abatió sobre los viñedos. Las labores en las mismas centraron los créditos de 1916. En 1917 se dejaron sentir los problemas de exportación. La vendimia y la preparación del terreno para el cereal captaron el crédito de 1918. La mala cosecha de 1919 y la coyuntura adversa de 1920 requirieron el oportuno préstamo. La atención a la viña centró 1921 y un invierno adverso 1922-1923. Por último, en 1924 la preparación del cultivo de la viña volvió a captar la mayor atención.
Indiscutiblemente, en un tiempo carente de los contemporáneos seguros agrarios y de las subvenciones públicas a la agricultura, el pósito resultó muy oportuno para la financiación de las actividades agrícolas.
Fuentes.
ARCHIVO HISTÓRICO MUNICIPAL DE REQUENA.
Libro del pósito, nº. 1301.
Libro de protocolos del pósito de 1912-16 (nº. 1780), de 1916-20 (nº. 1782) y de 1920-24 (nº. 1778).