La Guerra Civil es uno de los capítulos más dolorosos de nuestra Historia. Sus sufrimientos fueron intensos y en más de una localidad el estudio de los mismos despierta tanta pasión como interés. Más allá de las grandes batallas, vamos desvelando el alcance de los cambios revolucionarios en la España republicana, sus enfrentamientos internos y sus sensibles problemas de abastecimiento.
Es una magnífica noticia que en su verdadera historia de Utiel, por agradables entregas, José Luis Martínez se ocupe ahora del conflictivo lapso de 1936-39. Su nuevo libro (Utiel 1936-1939) culmina una línea y abre otra, siempre con las gentes de Utiel como protagonistas.
En cierto modo, la Guerra de los Tres Años provino de la violencia histórica de nuestro siglo XIX, con las temibles Guerras Carlistas, que don José Luis nos ha relatado con perspicacia. Es lógico que no se detuviera ante la Cuarta Guerra Carlista, la que golpeó la Edad de Oro de Utiel, sobre la que igualmente ha tratado con detalle.
Asimismo, la obra abre una nueva línea, la del Utiel transformador y revolucionario, sobre el que nos promete el autor una nueva monografía sobre su movimiento colectivista.
Una de las ventajas del estudio local es la de deshacer tópicos empobrecedores, que desgraciadamente se repiten demasiado. Esta obra, junto a las que ha dedicado maese Martínez a los carlistas, desmienten la imagen de un Utiel conservador, carlista. Marín Lázaro tuvo grandes contrincantes en Utiel, como en Requena. Ambos municipios hermanos se inclinaron por el republicanismo, con todos sus matices, en la hora histórica del 14 de abril del 31.
¿Tiene nuestra comarca una misma naturaleza histórica? A nuestro juicio, sí. El bueno de José Luis, de corazón comarcano, consigna como buen historiador los problemas de los campesinos de Requena para vender sus frutos en el mercado de Utiel en tiempos de la II República. Fue un enfrentamiento puntual, que se superó pronto, hijo de una penuria común, que atenazaba a todo el campesinado de la comarca. Utielanos y requenenses se las tuvieron que ver con el paro, los problemas de comercialización, los debates sobre el protagonismo social de la Iglesia y del catolicismo, las pasiones políticas, el estallido violento de la Guerra y los vaivenes de una verdadera revolución, en la que los anarquistas tuvieron tan desatacado papel. En este capítulo, nuevamente se acreditó la hermandad comarcal, la de los problemas cotidianos y la de las ilusiones por un mundo mejor.
En su acercamiento a las gentes humildes, más allá de los nombres más encumbrados que a veces se dignan a descender al mundo de los mortales, José Luis Martínez hace un notable acopio de fotografías, imágenes y documentos de gran interés. Sus sacrificados trabajos nos hacen pensar en tiempos más remotos, dignos del Antiguo Régimen, pero su horizonte intelectual era del pleno siglo XX.
De su prosa periodística y de las imágenes que desearon proyectar, manjar de los estudiosos de las fuentes, se desprende que la Guerra Civil no fue un episodio cualquiera de la Historia de Utiel, sino de cambios muy pronunciados, finalmente segados. El colectivismo y el ejercicio del poder municipal por las fuerzas del Frente Popular impulsaron una nueva sociedad, en la que las mujeres tenían reconocidos mayores derechos. La educación, revolucionaria, la proyectaba hacia el futuro. Al menos, tal era la intención. Experiencias parejas se dieron en la vecina Requena.
Los sufrimientos de la Guerra son de sobra conocidos: ejecuciones, muertes en combate, hambre, bombardeos. En Utiel también se tuvieron que hacer refugios, aprovechándose bodegas, y don José Luis nos brinda un curioso texto en el que se elogian las delicias del refugio, entendiéndose como la cortesía y atención de los tipos más rudos hacia personas menos curtidas. En esta apología del auto-sacrificio no cabían las faltas de respeto hacia los demás, notable contraste con las vivas descripciones de Anthony Beevor sobre la terrible atmósfera de los refugios berlineses en 1945.
El balance de la Guerra Civil en Utiel es ciertamente complejo: esperanza y destrucción. Quizá esta época sea comparable al Sexenio Democrático, de aspiraciones ideales envueltas en una realidad torturada. A entenderlo ayuda, bastante, el tono circunspecto de una persona de bien como José Luis Martínez, que prefiere escuchar y atender a imponer sus divagaciones sobre lo supuestamente divino y lo no tan humano.
