La Guerra Civil fue un drama y otro drama resultó ser su final, cuando muchos españoles tuvieron que abandonar la tierra de sus mayores para evitar humillación y muerte. Al departamento de los Pirineos Orientales, la Cataluña francesa, llegó un aluvión de refugiados, muchos de los cuales fueron internados en verdaderos campos de concentración, como el requenense Francisco Martínez Aser, que terminaría sus días en el matadero nazi de Gusen, cercano al no menos escalofriante Mauthausen.
La vida y época de los requenenses ejecutados en aquella zona exterminadora del III Reich ha sido estudiada con detalle por equipos de estudiantes de primero de Bachillerato del IES UNO de Requena durante el curso 2021-22. Para culminar este año de trabajo humanístico, nuestro Centro ha realizado un viaje de estudios a la tierra que presenció la Retirada, la marcha de soldados y civiles partidarios de la República desde Cataluña. Tal método de trabajo ya lo aconsejó la Institución Libre de Enseñanza. Lo hemos emprendido en compañía de los compañeros del IES Hoya de Buñol, que también trabaja las cuestiones de Memoria Histórica, y hemos contado con el apoyo del Ayuntamiento de Requena para su realización.
A día de hoy, la Coste Rouge es un agradable territorio abierto al turismo, con plácidas estaciones termales que celebran las bondades del Mediterráneo. Aparentemente, nada indica a primera vista el horror vivido hace casi un siglo. Las asociaciones de hijos de refugiados republicanos españoles (la de Fils et Filles de Républicains Espagnols et Enfants de l´Exode, FFREEE) y la labor de personas como Juan Ocaña, que fue cónsul honorario de España en el Sur de Francia, han contribuido a restituir el recuerdo y el conocimiento de este capítulo de Historia española escrito en territorio francés. No ha sido fácil, ya que el tema del colaboracionismo de Vichy con los nazis todavía resulta espinoso para ciertos sectores de la opinión pública francesa.
Los testimonios de aquellos niños de la Guerra nos han permitido apreciar el drama humanitario vivido alrededor del campo de la playa de Argelès-sur-Mer, desbordado en marzo del 39 por la concentración de hombres, mujeres y criaturas pequeñas. No menos impactante resulta la visita al centro de reclusión de Rivesaltes, en el Sáhara del Midi, donde el calor y los tábanos hacen de muy difícil pasar los meses de verano. Su muy documentado Memorial desgrana los pormenores de un infierno que martirizó a republicanos españoles, judíos de toda Europa y otras personas durante la II Guerra Mundial. La exposición allí de parte de las obras de Josep Bartolí plasma todo el horror padecido, que más tarde se prolongaría con la concentración de argelinos colaboradores con los franceses.
Un balsámico contrapunto a tanta amargura es la recientemente recuperada a la memoria y al público Maternidad Suiza de Elna, donde vinieron al mundo 595 niños y niñas, muchos de madres republicanas recluidas en campos. Algunos pequeños de origen judío salvaron su vida con el españolísimo nombre de Antonio. No debe de olvidarse que la Gestapo llegó a cerrarla en 1944. Mientras tanto, una persona de la calidad humana de la enfermera suiza Elisabeth Eidenbenz, verdadera activista por los Derechos Humanos, se consagró a dar vida en medio de la desolación, atendiendo al día a día en todos sus pormenores.
Tal obra todavía, si cabe, se acrecienta si tenemos en cuenta que a fecha de 2022 ignoramos los nombres de muchos niños que murieron en los campos. Para los que buscan a un familiar cuyo cuerpo no han localizado, hay una tumba que simboliza a todos los que padecieron el exilio, la de Antonio Machado en Colliure, donde tuvimos la grata experiencia de homenajearlo y de contar con la lúcida conversación de las personas de la Fondation Antonio Machado Colliure.
Para los jóvenes, incluso para gente más mayor, lo sucedido hace décadas puede parecer lejano, aunque apenas nos separan un par de generaciones históricas de la guerra, la persecución, el hambre y el crimen. Como colofón, emprendimos una marcha senderista entre Cerbère y Portbou, a horcajadas de la frontera que tuvieron que cruzar demasiadas personas. Reflexionar mientras se hace camino al andar es muy bueno.
Y olvidar no es nada bueno, pues no podemos ignorar quiénes somos en realidad. En aquel trozo de Francia con corazón español todos han estado unánimes en su recomendación, desde particulares a instituciones como el Memorial del campo de Argelès: la Historia debe de saberse y la Escuela, con mayúsculas, contribuir a ello, con la esperanza que nadie vuelva a sufrir el infierno sobre la tierra.
