Una cabecera del periodismo requenense.
Los Felices años veinte no fueron todo alegre charlestón, precisamente. A la sombra de la gran revolución bolchevique y tras la Gran Guerra y la no menos mortífera gripe, muchos países como España se debatieron en medio de cambios intensos. La Requena vitivinícola y atenta a las alteraciones del mercado nacional y mundial no permaneció al margen de los problemas coetáneos.
La prensa fue uno de los espejos del alma de aquella Requena de hace cien años. Aquí traemos a colación el semanario político, favorable a los conservadores, El Pueblo Libre, que con orgullo se proclamaba defensor de los intereses generales del distrito de Requena-Ayora. Con sede en la requenense plaza de Albornoz, número 10, vendía cada ejemplar a diez céntimos de la época y admitía suscripciones mensuales de cuarenta y cinco céntimos dentro de Requena y fuera de cincuenta, cuando a duras penas los jornales diarios de muchos trabajadores apenas alcanzaban las dos pesetas. Al igual que otros periódicos de la época, acogía anuncios, reclamos, manos y esquelas mortuorias a precios convencionales, de gran interés para la historia de las costumbres y de las mentalidades. Advertía con claridad la no devolución de originales.
Liberales versus conservadores. Algo más que dos partidos.
La Restauración se encabalgó en el llamado turno dinástico, inspirado en el sistema político de la Gran Bretaña victoriana, en el que el partido dinástico ya saturado por el ejercicio de gobierno cedía al otro el mismo por medio de unas elecciones mediatizadas desde el ministerio de la Gobernación. El sistema alzado especialmente por Antonio Cánovas del Castillo fue resolviendo los obstáculos que le fueron oponiendo antes del icónico 1898: conformación de un partido conservador inspirador del régimen, elaboración de una Constitución asumible, logro de una leal oposición por medio de un partido liberal, subordinación al poder civil de las fuerzas armadas, salvación del escollo de la prematura muerte de Alfonso XII y canalización de los cambios electorales, del sufragio censitario al universal masculino.
La formación de ambos partidos distó de ser tarea sencilla, en un tiempo en el que aquéllos eran frecuentemente congregaciones de prohombres con sus comitivas. En cada provincia se tuvieron que hacer encajes de bolillos entre facciones locales con tendencias no fáciles de acomodar. En la provincia de Valencia, los antiguos moderados más timbrados dieron que hacer al más pragmático Cánovas. Los poderosos locales, aspirantes a caciques, dispusieron de buenas oportunidades para engrandecerse.
Con la crisis de la Restauración, desaparecidos Cánovas y Sagasta, los partidos dinásticos se fueron escindiendo. En el Partido Liberal despuntaron las facciones de Canalejas, García Prieto o Romanones entre 1901 y 1922. En el distrito electoral de Requena-Ayora, concurrieron por el escaño en 1901 Fidel García Berlanga, del grupo de Canalejas, y el entonces coronel Pereyra, del de Montero Ríos, el influyente suegro de García Prieto. El primero se alzaría con el triunfo.
Entre los conservadores del distrito, descolló el grupo del utielano Rafael Marín Lázaro, vinculado al grupo más confesional del Partido Conservador, por lo que fue acusado de carlismo por sus rivales políticos. De su círculo político formó parte Manuel Cobo Sainz, escogido diputado en 1905.
La candidatura anti-caciquil.
Las divisiones internas de ambos partidos no impidieron la formación de coaliciones locales de prohombres, muy en la línea con la vida municipal de la España de la época.
El ya general Pereyra, con especial influencia en la Caja de Reclutas de Valencia, no había sido capaz de destronar de la jefatura de la gran familia liberal del distrito a Fidel García Berlanga, diligente en la consecución de mejoras en la tributación de alcoholes. En las elecciones de 1921 concurrieron juntas ambas facciones, agrupadas en la llamada candidatura anti-caciquil, cuando el regeneracionismo ya había extendido el denuesto oficial hacia la manipulación electoral. Otra cosa era todavía la realidad.
José García Berlanga Pardo, senador entonces, prosiguió la obra de su padre. Pereyra se avino a colaborar con él. El abogado Luis Sánchez Sánchez, de los conservadores de Juan de la Cierva, pudo entrar en la combinación gracias a la confianza del general. Fue elegido diputado provincial por el distrito junto con los seguidores de García Prieto el conde de Villamar, el abogado José García Montés y el médico Faustino Pérez Manglano.
Las cartas de batalla de la prensa.
Los artículos, que transcribimos más abajo, datan del 11 de diciembre de 1921, de la segunda época de El Pueblo Libre, que entró en combate con la más veterana y consolidada cabecera La Voz de Requena, portavoz de las facciones liberales.
El motivo aparente del rifirrafe fueron los términos injuriosos, al parecer de El Pueblo Libre, contra Manuel Cobo Sainz desde La Voz. Don Manuel se había hecho con la judicatura municipal, algo que no agradó a más de uno.
La polémica se presenta en términos caballerescos, en el sentido más anacrónico, pues la defensa de la honra se convierte en un motivo supremo. Por mucho que se ensalce la vida periodística como foro para la libre confrontación de ideas, aparece pintada en varios pasajes como ejemplo de servilismo de las mesnadas de los prohombres locales. En un juego genuinamente maniqueo, El Pueblo se presenta como portavoz del ideal del respeto y su oponente La Voz como su degradación por las pasiones personales.
Mientras que Manuel Cobo es mostrado como la víctima, a José García Berlanga se le asigna el papel de villano, sin olvidar al general Pereyra, un buen tipo que se ha dejado hacer por los más malvados. Los lances de honor estuvieron muy de moda en el reinado de Alfonso XIII, cuando la Modernidad pugnaba por romper los moldes más antiguos. Elocuente es la expresa referencia a la discrepancia entre los Cobos y los Berlangas, como si de una bandería medieval se tratara, alejada en su expresión de los términos de un debate más propio del siglo XX.
Veamos que nos dicen los guerreros de la pluma.
Artículo Ingratitudes de José García Pardo.
Estáis donde os llevan.
Disección del artículo “Estamos donde estábamos”.
“Estamos donde estábamos” intuíais redactores de “La Voz” vuestro último editorial, a lo cual os decimos; estáis donde antes no estabais, estáis en donde la prudencia de vuestro amo os aconseja, e iréis a parar a donde el señor Pereyra os lleve, según a él y sólo a él le convenga. Los demás que digáis nadie lo cree, ¿Para qué, pues, habláis insensatamente de veleidades, cambios y variaciones políticas?
La inocente pretensión es la vuestra, que os hacéis la ilusión de que engañáis a alguien hablando de ese modo y es preciso, por vuestro bien y el de vuestro jefe, que sepáis el inmenso vacío en que vuestras simplezas se pierden.
Hablemos de vosotros, ya que de nosotros os atrevéis a hablar.
Nosotros hemos venido al estadio de la Prensa, correctos, humildes e inofensivos, representando una idea, un partido, una tendencia si queréis; pero a nadie hemos ofendido, escarnecido ni en lo íntimo atacado. Hemos procurado, más sensatos que vosotros, la discusión del principio político prescindiendo de quienes sean los que hablen o escriban en contrario, hemos expuesto ideas sin atacar personas, os hemos dirigido con nuestro artículo “Polemistas y rabaneras” una atenta invitación al terreno en que lucha la prensa honrada y culta, sean los que fueren sus ideales.
A nuestra actitud, que el público de ambos lados ha aplaudido, contestáis con ese editorial, repleto de convencionalismo, farsa y falsía inverecundos.
Pretendimos, candorosos llevarais a ese terreno en el que no podéis vivir, y es lo más triste, que forzosamente vamos a donde vosotros nos lleváis.
Y, en ese terreno nos hallamos.
De toda publicación periodística, responde en último término un director y el vuestro entra en la vida política ostentando el acta que Pereyra le regala, -él acepta- aceptando a un tiempo la colaboración del partido enemigo de la política de sus mayores. Representaciones políticas obtenidas a tal precio, no autorizan a quien las admite para hablar como en su periódico se habla de inconsecuencia, integridad y mercaderías políticas.
Habláis de ello, sin embargo, por que no sabéis de lo que habláis.
Vosotros no os pudisteis ofrecer al señor Marín, poneros a su lado ni enfrente, con ofertas, condiciones o sin ellas: eso lo puede hacer quien tiene propia personalidad, pero vosotros que sois incondicionales de Pereyra, no. Esperad a que hable él cuando le convenga hablar y entonces sabréis a quién habréis de untar: hasta tanto, leed, escribid y esperad, para quedar dignamente aptos de presentaros a nuestro lado, si es que vuestro jefe así lo cree político y necesario, del mismo modo que hoy defendéis tranquilos la política de quien pisoteó la de vuestros amigos, la de vuestro jefe y hasta la de vuestros padres.
¿Por qué, repetimos, habláis de inconsecuencia?
Habéis fundado ese periódico que se titula “Voz de Requena”, que sólo lo es de un pequeño partido, de una bandería, de Pereyra, y es lo peor, que no defendéis ni sabéis defender su política prudente y meditada pues que atacáis rabaneando e insultando a aquellos con quienes no sabéis si tendréis que alternar, por que ello no depende de vosotros mismos, si no de quien os manda, de quien os ha dado una falsa vida política, de quien os ha conferido representación que estáis malbaratando.
Vuestra discrepancia con vuestro jefe es evidente: todos los prohombres del distrito están viendo: no es lo que decís lo que Pereyra diría.
¡Lástima de tiempo y dinero! Triste final de la política de un hombre bueno, enredada en las mallas de una red tendida al lado de un mequetrefe, y sostenida aquí por cuatro jóvenes inexpertos.
¡Señor Pereyra, autorice públicamente lo que esos escribidores hacen, o llámelos al orden!
Le están poniendo en ridículo, le están perjudicando y si no nos cree el tiempo lo dirá.
Una nueva ingratitud.
Desde la aparición de nuestro número programa veníamos preconizando una lucha noble, culta y respetuosa, aunque esta se desarrolle en el abrupto campo de la política; ya que sentimos hondamente esta compatibilidad.
Pero las advertencias y cariñosas admoniciones de algunos de nuestros amigos, nos avisaban de que tal propósito era punto menos que imposible en donde viera la luz pública un periódico como “La Voz de Requena”, antes y ahora, recoge mal y transmite peor, los ecos de la opinión pública, produciendo conflictos como el que encabeza esta información. ¡Lástima que el señor Pereyra patrocine ese periódico! Le va a indisponer hasta con sus más íntimo y antiguos amigos.
Y pasemos a nuestra información, que basamos en la verdad absoluta de los hechos.
Hace unos seis meses, próximamente, en los comentarios que el mencionado periódico hizo de una carta que publicó del Sr. Cobo Sainz, creemos que en virtud de una de esas torpezas inexcusables en quien escribe para muchos, insertó una frase que el Sr. Cobo, celoso de su honor como el que más, conceptuó injurioso; pero enemigo de cuestiones judiciales, primero él, personalmente, e interrogando a varios redactores del periódico ofensor, y después valiéndose de amigos; esperando el cumplimiento de fementidas promesas y dejando pasar días y más días en aras de una solución satisfactoria, sólo consiguió, después de pasado dicho lapso de tiempo, convencerse, de que para saber al menos el nombre del injuriante, no le cabía otro camino que el de recurrir a la vía judicial, ya que, la amistosa, la caballerosa y la de la paciencia las agotó asqueado de su propio error en el proceder.
En cualquier momento de los ya dichos en que cualquier redactor de “La Voz” se hubiese acercado al Sr. Cobo Sainz, dándole la más feble explicación, él estaba resuelto, como lo hubiera estado con aplauso de todos, con la publicación de una excusa, una frase, una palabra expresiva de un buen deseo.
Mas, he, aquí el proceder de ese periódico que con ínfulas de formal pretende hacerse oír: antes de reconocer el lapsus, busca la irresponsabilidad de la defensa mendigando la inmunidad de un parlamentario, y esto es, en síntesis la causa originaria del conflicto que hoy comentamos.
Al llegar la querella por injuria a cierto estado, había de descubrirse al autor de la misma, y contra lo que era de esperar, desaprovechando la ocasión propicia que el procedimiento brindaba para una última tentativa de avenencia, en el preciso momento en que el autor del hecho había de quitarse la careta que lo encubría, sobre la que llevaba, colocóse la que hábil y políticamente le ofreció el Senador Sr. García Pardo que se declaró autor de la injuria lanzada por “La Voz” contra el digno y respetable Sr. Cobo Sainz.
No se creó, seguramente, la inmunidad parlamentaria para excusar agravios a un particular, y si alguna vez se ha admitido la subrogación de una responsabilidad por tal procedimiento, ha sido para evitar graves penalidades a delincuentes políticos, pero a insultadores, nunca, Sr. García Pardo, a injuriadores, jamás: que a la ofensa personalísima que llega a rozar un honor, un nombre o una honra, sólo puede corresponderse con una caballerosa explicación que dignifica al injuriante, o con el valiente y gallardo propósito de sufrir las consecuencias de lo hecho.
Azzati injurió gravemente al venerable D. Francisco Castell, y en pleno parlamento, declaró que no sentía lo que contra su injuriado había escrito. Así son los periodistas nobles después de haberles ofuscado el calor de un debate, en el que dejan deslizar una frase, un concepto o una simple palabra ofensiva.
Cuando el Sr. Cobo Saiz, vio burlado su derecho, como querellante, obró como hombre contra García Pardo, a quien no se le ocurrió otra solución, que la de invocar a gritos su investidura de Senador, después de haberla utilizado en favor de una irresponsabilidad.
Con lo relatado basta para que el público se percate del origen exacto y verídico de la cuestión que hoy comenta la provincia toda, si no es que la astucia mal entendida del inmune, no la ha extendido por toda España.
Fue ello, así nos lo imaginamos, el natural efecto de una violenta indignación sentida por un hombre recto, de espíritu inflexible y humanos sentimientos ante el papel que en aquel momento jugaba, el hijo, de quien tantas y tantas veces, había recibido valiosa ayuda del querellante; fue el hecho nacido en esa sublime ráfaga de ideas que recopilan una historia de favores pagada con la más negra ingratitud, fue, en fin, el pago que se merece quien por un solo hecho niega una deuda de leal amistad: fue en suma, y por decirlo de una vez, la contestación que el hijo del venerable D. José Cobo Ortiz debía dar al de D. Fidel García Berlanga, rompiendo virilmente y para siempre, los afectuosos lazos de cariño y fidelidad que unieron a ambos padres.
No habrá en esta Requena, caballerosa y digna, quien no reconozca la honrada verdad que informa estas líneas.
Más han hecho por Requena los Cobos que los Berlangas.
¿No es cierto, nobles requenenses, que D. Manuel Cobo Sainz, jamás se hubiera prestado a firmar en Utiel una injuria lanzada contra los mayores de García Pardo, en busca de una impunidad?
Esa profunda diferencia de conceptos, es la que produce las más violentas colisiones entre hombres.
¡Pero aún hay más!
Ocurrido el hecho, era lo más lógico, dada la índole de su origen, que García Pardo diese al olvido el incidente, ya que tan poco le favorecía: pero lejos de ello, vio la carambola y la jugó; convirtiendo el hecho en motivo de una anulación o cosa así, del nombramiento de Juez municipal efectuado a favor del Sr. Cobo; y al efecto, cursó telegramas, informó diarios de Valencia, dio un escándalo, sin pensar, incauto, en que las cosas al fin, se aclararían y concluyó su reivindicación denunciando el hecho ante el Juzgado.
Ya está juzgado el hecho, el autor y la víctima.
Evidenciada esta nueva y palpable ingratitud del hijo de D. Fidel, como lo están las que se desprenden de la “Carta sincera”, que hoy publicamos, y sobre todo la que destila amargamente el artículo “Un ensueño”, bien podemos titular el presente número, “La ingratitud de José García Pardo”, que por segunda vez ha sentido la poca propicia que le es Requena. Procure, procure, el joven político evitar la tercera demostración de tanta simpatía.

Bibliografía.
César Jordá Moltó y Víctor Manuel Galán Tendero, “Semblanza del general Pereyra (1850-1932), Oleana, 29, 2015, pp. 83-112.
Mª Carmen Martínez Hernández, “Diputados provinciales del distrito de Requena en la Diputación de Valencia: 1852-1979”, Crónicas históricas de Requena https://cronicasderequena.es/diputados-provinciales-del-distrito-de-requena-en-la-diputacion-de-valencia-1852-1979/